Julio Caro Baroja: Las brujas y su mundo - Demoniolatría en la Baja Edad Media

    "El Demonio y el orden medieval.  [...] Hasta aquí todo lo que se ha puesto de relieve en relación con las hechiceras, sus reuniones, etc., parece corresponder a concepciones paganas en su origen aun cuando ciertas autoridades eclesiásticas hubieran hecho que, al final, se consideraran como producidas por la intervención del diablo en las mentes débiles de algunos hombres y mujeres.

   La segunda parte de la Edad Media se halla dominada por ideas y concepciones distintas hasta cierto punto pero que se entroncan de algún modo con las antiguas [...]  no son, no pueden ser, producto de un pequeño cambio, de una modificación parcial, sino que obedecen a un sistema amplísimo de modificaciones que tiene su expresión última y más armoniosa en la filosofía de Santo Tomás de Aquino y de otros grandes maestros de los siglos XIII y XIV. [...] 

   La demoniolatría.  Existe, en consecuencia, una imagen del mundo cristiana, medieval, tardía, que es, por ejemplo la que Vicente de Bauvais trató de reflejar en su "Speculum majus" [...] la parte constituida por los cristianos que cultivan el Bien y las virtudes mismas y la formada por los que cultivan el Mal y los vicios. Los servidores de Dios y los del Demonio.

   Según esta imagen, claro es que los que conservan vestigios de cultos idolátricos y de creencias paganas son servidores del Demonio: entre ellos los hechiceros y las hechiceras. Ahora bien, mientras el Paganismo aún tuvo fuerza social, mientras se pretendió convertir a la fe a pueblos que no conocían el Cristianismo o se resistían a él, el hombre de Iglesia dialogó, argumentó a favor de sus creencias. Cuando la cristianización fue absoluta y la autoridad eclesiástica tuvo el poder a su servicio, la postura cambió. [...] Ya no solamente había creencias rectas y creencias siniestras, torcidas: había creencias superiores y creencias inferiores. Este que podríamos llamar cambio de eje fue de consecuencias incalculables.  

   [...] Pero dentro de esta concepción se subrayan los efectos constantes, la presencia real y continua del Diablo en la vida del mundo: el Diablo como personaje concreto, familiar, tan familiar por lo menos como los santos y patriarcas y al que los  imagineros góticos (y antes los románicos) representaron con atributos muy definidos: Diablo que aparece auxiliado o bajo la forma de todos los genios de orden secundario de la Antigüedad, tales como las harpías y sirenas, los centauros, los gigantes monstruosos y los endriagos y sierpes terroríficas. [...]

   Acaso, sin embargo, es más normalmente a las mujeres a quienes ataca. Porque la mujer está predestinada al mal más que el hombre, según los textos bíblicos, lo mismo que según los autores paganos y los Padres de la Iglesia.  [...]

   Pero hablemos del Demonio medieval como autor de hechos más públicos y generales. Éste -como lo eran antes las divinidades del Paganismo protectoras de las hechiceras de que ya se ha hablado- es el señor de la noche, de esa noche que si en nuestra época aún tiene misterio -pese a todo- en las aldeas y campos medievales debía de ser como la misma imagen del misterio. Durante ella los lugares más peligrosos para los buenos cristianos, para la gente honrada, eran -según creencia extendida- las mismas encrucijadas de los caminos consagradas antes a Hécate y donde, de un lado, se congregaban las hechiceras y los magos y de otro los muertos que habían sufrido condena eterna, presididos por el mismo Demonio. 

    [...] La conciencia pública admitía, pues, que había hombres y mujeres que se desnaturalizaban, que dejaban el servicio de Dios y buscaban el servicio de otro señor, el Diablo.   [...]

   Adoradores del Demonio.  [...]  Nadie duda de que así como en la vida sexual se dan aberraciones e inversiones varias, en el campo de la experiencia pueden darse y de hecho juegan gran papel en la historia general de las herejías. Pero es arduo problema el de separar estos casos aberrantes reales de aquellos que pueden atribuirse a imputación calumniosa. Y puede decirse -sin miedo a cometer error- que en la historia de la Brujería europea las aberraciones supuestas han debido ser tan numerosas sino más que las reales.   [...]

   El dualismo. Y a completar nuestra visión contribuye todo lo que sabemos, además, de la vieja herejía de los <catharos>, que en primer término debe considerarse como un movimiento espiritual de enorme influencia para comprender gran parte de la doctrina de los inquisidores acerca de la Brujería posterior.   [...] de modo directo o indirecto por vía del inquisidor o por vía del perseguido, la antiquísima doctrina dualista ha influido también no poco en la de los supuestos o reales adoradores del Demonio a los que llamamos brujos y brujas de modo genérico. 

   El autor que ha estudiado con mayor rigurosidad la historia de la Brujería, desde un punto de vista meramente expositivo, Joseph Hansen, coloca la fecha en que empiezan las grandes persecuciones entre 1230 y 1430 y antes analiza algunas de las acusaciones que se hicieron a los catharos (entre ellas la de que besaban a Lucifer en forma de gato, rana, etc.) como antecedente claro de la doctrina acerca de los actos de los brujos y brujas". 

Julio Caro Baroja, Las brujas y su mundo, Madrid, Alianza Editorial - Ediciones del Prado, 1993; capítulo 5, "La participación del demonio", pp. 96-108. 



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