Françoise Frenkel, Una librería en Berlín

 "Los dos gendarmes del primer turno aparecieron otra vez a las ocho de la mañana. Era domingo y estaban de excelente humor. [...]  Cualquiera diría que no tenían una noción precisa de la tragedia que ese arresto significaba para nosotros. Uno de ellos le dijo alegremente a una de las chicas.

   -¡Venga, señorita, que no es ninguna catástrofe ir a trabajar a Alemania! Pagan bien y se come mejor que aquí.

   Al verme tan deprimida, el otro me dijo:

   - Seguro que no la obligarán a hacer ningún trabajo pesado. ¡Ya no tiene usted veinte años! Vamos, no ponga esa cara de entierro. ¡Ánimo, ánimo! [...]

   La chica que parecía más inteligente trató de explicarle que, en nuestro caso, el angustioso problema no era trabajar, sino sobrevivir: el canciller, lisa y llanamente, había jurado exterminar a todos los judíos.

   Pregunté si alguno de ellos había estado en un campo de concentración reservado a refugiados judíos. Uno de los gendarmes contó que, en efecto, él había acompañado a un convoy de cien refugiados y que en aquella ocasión tuvo que quedarse unas cuantas horas en Gurs.

   - ¿Y qué vio usted?- preguntó la joven.

   - Vi demasiado -replicó él-. ¡Es lamentable lo que está pasando allí! La gente cae como moscas; viejos, mujeres y niños. ¡Sí, es demasiado! Y terrible. Pero será porque deben de haber cometido muchos crímenes o delitos contra Alemania. Dicen que pusieron el país patas arriba antes de la guerra del 14 y que después del 18 arruinaron Alemania, llevándose todas las riquezas, el oro, las divisas, todo a su Palestina, a las dos Américas y no poco a Suiza. ¡Es lógico, entonces, lo que les pasa! Ahora lo están pagando Esto me lo explicó un Gauleiter. Y los boches que vienen por aquí también lo explican de esa manera. No nos gustan los alemanes, por supuesto, porque vienen a jodernos, pero, en fin, lo que es a los judíos, les están dando su propia medicina. No sé si me entienden... Nosotros hacemos nuestro servicio, es lo que manda Vichy, nuestro gobierno, son órdenes y punto -concluyó con convicción". 

Françoise Frenkel, Una librería en Berlín, Barcelona, Seix Barral (Planeta), 2017

Rien où poser sa tête, Gallimard, 2015

Con un prólogo de Patrick Modiano. 

Al parecer, la edición original fue publicada en Ginebra (Suiza), por la editorial Jeheber, en 1940. 

La parte inicial, dedicada a la librería en Berlín, ocupa una pequeña parte del libro. Su mayor parte se dedica a las correrías de la autora por Francia, huyendo y ocultándose para evitar la deportación a los campos de exterminio. El título original era más coherente con la historia que se cuenta (Ningún lugar donde descansar). 





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