J. Caro Baroja, Las brujas y su mundo - Posesión, crisis religiosa, Salem.

    "La posesión es un fenómeno religioso que puede darse en cantidad de sociedades con religión distinta. [...] Con arreglo a la doctrina más extendida, resulta que el endemoniado es un hombre o una mujer que se siente poseído por un espíritu impuro o inmundo, que le hace hablar y comportarse, no como él quisiera, sino como el tal espíritu quiere [...] creencia de que la personalidad humana básica puede quedar alterada o no dominar ciertos actos que produce ella misma, a causa de espíritus y aun sustancias que están dentro del propio cuerpo.

   Sabido es que en varias partes de Europa existe la convicción más o menos arraigada de que hay gentes que dan mala suerte, mal fario, el cenizo, mal de ojo, etc. de una manera involuntaria".   

   "Según los procesos -y según también creencias documentadas actualmente en algunos países- una bruja puede transmitir a otro su brujería haciéndole entrega de un simple objeto material, lleno de fuerza maléfica". 

   "Es muy posible que en los siglos XVI y XVII la vulgarización de que fueron objeto los libros de ciertos autores neoplatónicos, en que se hacen largos catálogos de demonios, se establece su padrón, se fija su jerarquía y hasta se describen sus rasgos, contribuyera mucho a que, por fin, estos fueran considerados como unos seres más con los que había que contar en los asuntos de la vida".

    "En la historia de muchos movimientos de carácter religioso, sobre todo los de matiz heterodoxo frente a una iglesia oficialmente constituida, suelen desempeñar papel singular unos hombres que, aparte de tener una personalidad mística fuerte, ejercen similar poder físico, sexual, sobre mujeres un poco desequilibradas y unidas en grupo. [...]  Cuando esta clase de heresiarcas adquieren mayor predicamento es cuando se dan movimientos como el de los alumbrados españoles de los siglos XVI y XVII, el de los fraticelli anteriores, o el mismo de los khlystovskie korabli dentro de la iglesia rusa de comienzos del siglo XX. [...]  En un grado más avanzado nos encontramos a los acusados formalmente de magos y brujos, por haber trastornado a mujeres que estaban bajo su custodia y dirección espiritual, haciendo que fueran poseídas por los demonios después de haber abusado de ellas de modo más natural. [...]  De todas maneras, fue el siglo XVII el más propicio para aquellas crisis religiosas en que Brujería, posesión demoníaca, dejamiento, etc., andaban mezclados.  [...] De fecha ya muy tardía, dentro del siglo XVII, es por ejemplo el caso de Salem que ha alcanzado en nuestros días mucha notoriedad a causa de una obra teatral muy afamada [...] Los repetidos casos de posesión que se dieron allí entre 1688 y 1693 fueron fomentados de modo indudable por la lectura de los tratados sobre Hechicería y posesión debidos a teólogos con gran autoridad en el país y que, después ejercieron un papel preponderante en los procesos formados, mandando a la muerte a muchos inocentes. El histerismo de las posesas de Salem queda puesto en evidencia incluso en los escritos de los mismos teólogos, que obsesionados por la idea de su propia pureza (no en balde eran puritanos) y por la de que los demonios tenían una realidad física y corporal tangible, dieron al problema un sesgo que a la postre se prestó a severas críticas.

   Porque estos hechos y doctrinas desarrollados en la lejana América, se daban en un momento en que en ciertas partes de Europa nacía la Ciencia experimental objetiva y fría, más preocupada por obtener métodos que por avalar creencias fijas. [...] La guerra declarada durante los siglos XVII y XVIII a las viejas y nuevas supersticiones fue provechosa sin duda alguna, pero terminó con que se creyeran no pocas vaciedades como si fueran resultado de investigaciones científicas. Aún pagamos las consecuencias de ciertas ligerezas. En última instancia, no fueron los racionalistas [...] sino otros pensadores [...] los que alcanzaron a ver más hondo. En otras palabras, fue adoptando una postura humanística, no una postura científica [...] como se llegó a destruir lo que habían construido, año tras año, siglo tras siglo, unas sociedades atormentadas por la angustia: por males contra los que no sabían luchar y por deseos que no sabían cómo satisfacer. Por aparente paradoja también fue en España donde acaso más pronto que en parte alguna se pasó del error jurídico a una sana concepción de la realidad en punto a la Brujería". 

Julio Caro Baroja, Las brujas y su mundo, Madrid, Alianza Editorial - Ediciones del Prado, 1993; capítulo 10 “El espíritu de algunas declaraciones” (pp. 173-183).

https://youtu.be/UQ6eArTTF58   María Rodés: Tatuaje 





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