Comellas, Suárez: siglo XIV, el rey y la corona

    "En la década de los años 40 del siglo XIV, cuando la crisis económica se hallaba todavía en su fase recesiva, los Reyes Alfonso XI y Pedro IV consiguieron una victoria bastante completa sobre sus respectivas aristocracias y esto les permitió afirmar el poder real. Ninguno de ambos incurrió en los errores del personalismo [...] sino que aceptaron el principio formulado por los juristas acerca de la existencia de un pacto entre rey y reino que se expresa por medio de leyes; sólo que estas leyes tendían a definir y consolidar el poder real. No creo que haya inconveniente en admitir que las principales disposiciones de ambos monarcas tuvieron rango constitucional. Fueron, de hecho, las primeras Constituciones de la Monarquía española y sus efectos duraron largo tiempo. Me refiero al Ordenamiento de Casa y Corte de 1344 (que los investigadores modernos aconsejan llamar Leyes Palatinas), promulgado por Pedro IV de Aragón y el Ordenamiento de 1348, que fue publicado por Alfonso XI de Castilla en las Cortes de Alcalá de Henares. En este segundo se percibe claramente el intento de convertir en leyes la doctrina jurídica que Alfonso X vertiera en las Partidas. Hay coincidencia entre ambas leyes en un aspecto fundamental: se estaba avanzando hacia la objetivación de las formas de gobierno.

   Surgía, en ambos casos, una institución que podemos llamar la Corona, y que era el resultado de una larga evolución en las funciones otorgadas al Rey. Persona privada, llamada por Dios a desempeñar las más altas funciones, tiene una representación, y para realizarla en debidas condiciones dispone de su Casa. En todas las horas del día el soberano está cumpliendo su papel. [...] Reinar, es decir, administrar justicia, mantener el orden y la paz, defender el reino y hacerle prosperar; es función pública y para ayudarle en ella dispone de la Corte. La Corona es la reunión de ambas cosas o, para decirlo de otra manera, el lugar desde el que se establecen las relaciones con el reino en esa función de reinar. De que la Corona funcione correctamente -y aquí entran también las obligaciones morales- depende el bienestar del reino. El refuerzo de la Corona, venían a decir los grandes reyes el siglo XIV, no impide la conservación y fortalecimiento de las libertades, es decir, las leyes e instituciones del reino". 


José Luis Comellas, Luis Suárez, Historia de los españoles, Barcelona, Ariel, 2003, pp. 83-84. 






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