Carmen Mola, La red púrpura

    "-Que te estás equivocando. Ignacio Villacampa tiene coartada para la tarde del viernes. Otra cosa es que no la pueda revelar.

   -Hasta que no la revele, yo sigo investigándole. Es mi obligación, Rentero, parece mentira que te lo tenga que explicar.

   -Estuvo jugando al golf en el Club de Campo-, suelta Rentero con impaciencia, como si no le quedara más remedio que airear las vergüenzas.

   -¿Y por qué no lo dice?

   -Porque estaba jugando con el juez que lleva su caso. Con el que hoy mismo le ha absuelto. Quedaría un poco mal que se supiera, ¿no crees?

   -Un poco mal-, murmura Elena, asqueada. -¿Y tú cómo sabes que no está mintiendo?

   -Porque yo también jugué, cojones. Que hay que decírtelo todo". 


Carmen Mola, La red púrpura, Madrid, Alfaguara, 2019. 

Logran, los tres señores envueltos en el pseudónimo Carmen Mola, un relato interesante y de lectura fácil, ceñido a los tópicos del género más idóneos para convertir la novela en una trepidante película que ya hemos visto antes de que la rueden.  Quizás algún lector puñetero advierta que la sucesión de hechos se apoya en casualidades, que los acontecimientos que marcan a los personajes son absurdos y que el carácter de estos tiene la profundidad de una imagen bidimensional. 



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