Antonio Elorza, Los dos mensajes del Islam

    "Nuestra propuesta interpretativa difiere del lugar común que ve en el llamado islamismo moderado una oferta doctrinal y politica cuyo fomento hay que asumir a modo de antídoto contra el Islam radical inlinado hacia la violencia y el terror. [...]

    Lo contrario de islamismo radical no es islamismo moderado, sino pensamiento musulmán progresivo o progresista, lo cual nos remite a una pléyade de corrientes de pensamiento de carácter minoritario, pero de gran coherencia ideológica, que desde el primer cuarto del siglo XX se enfrentan al principio de incompatibilidad entre Islam y racionalidad occidental. Por lo mismo, estiman perfectamente posible desarrollar planteamientos sociales y políticos modernos sin poner en cuestión el rigor de su creencia religiosa. Es el supuesto que planteó Ali Abderraziq, teólogo de al-Azhar, en su libro El Islam y los fundamentos del poder, de 1925: <<Ningún principio religioso impide a los musulmanes competir con las demás naciones en todas las ciencias sociales y políticas. Nada les prohíbe destruir el sistema anticuado que les degradó y adormeció. Nada les impide edificar su estado y su sistema de gobierno atendiendo a las últimas creaciones de la razón humana y sobre la base de los sistemas cuya solidez ya ha sido experimentada, aquellos que la experiencia de las naciones designó como mejores>>.

   Abderraziq sostenía que a la muerte del Profeta, éste no había legado un tipo de poder determinado, de manera que en las formas de organización política se planteó todo ex novo, bajo la simple coloración religiosa de que el califa cubría el vacío dejado por Mahoma". 


"En contra de lo que suele decirse, el Islam es una creencia en que los elementos principales, los elementos nodales de la construcción doctrinal, si bien ofrecen enlaces complejos en el interior de la trama argumental, son de número limitado y presentan hacia el exterior una serie de falsas evidencias y de pautas para la acción (y para el control) perfectamente comprensibles, y además ventajosas, por cuanto confieren a ese creyente la ya apuntada posición de poder. La extraordinaria riqueza del Corán desde el punto de vista del lenguaje normativo y de la retórica confiere al libro un aura de misterio inextricable y de sacralidad, pero como contrapartida sus propuestas centrales son diáfanas, perfectamente accesibles a cualquier intelecto, con independencia del nivel cultural de los destinatarios del mensaje. A diferencia de los intrincados bizantinismos de la teología cristiana, empezando por un dogma de la Trinidad que causó más herejías que certezas, la propuesta del Corán enlaza una breve cadena de postulados inequívocos: un Dios único y un profeta que le sirve de intermediario excepcional ante los hombres, obligados en consecuencia a una sumisión sin límites hacia Él; una ley, la que expresarán el Corán y su complemento, los hadices, y como final de recorrido el juego de recompensas y castigos ultraterrenos, un Paraíso sumamente atractivo de un lado para los creyentes, y en la orilla opuesta la lluvia interminable de horrores del infierno par los no-creyentes (y por consiguiente injustos)".

Antonio Elorza, Los dos mensajes del Islam, Barcelona, Ediciones B, 2008.  


 

Comentarios

  1. Interesante. Pues que se pongan a ello. Qatar ya empezó

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