Ramiro A. Calle, La meditación
“Desde la más remota antigüedad, los maestros han invitado al desarrollo de la consciencia. Para ello se han concebido y ensayado numerosas técnicas y métodos, todos ellos tendentes a entrenar rigurosamente la consciencia para que amplíe sus límites, se identifique, se haga más perceptiva y penetrativa, se acreciente. Al ir trabajando meditacionalmente sobre la consciencia, ésta se abre, se expande, se va liberando de contaminaciones y puede comenzar a captar los hechos y fenómenos tal cual son. Sobreviene una consciencia lúcida que, lúcidamente, comprende. Todo adquiere un nuevo relieve, su propio peso específico”.
“Meditación es una muy desafortunada traducción de la palabra sánscrita dyana. Dyana expresa atención – ecuanimidad. Tal es la verdadera meditación. No reflexión, ni análisis, ni pensamiento dual, ni lógica, ni verbalización, ni concepto, ni abstracción. Meditar es estar atento y ecuánime. Nos ejercitamos en la meditación para lograr un estado mental de atención y ecuanimidad. La mente recupera toda su belleza e inocencia y desde su pureza puede ver y penetrar las cosas tal cual son. No como temeríamos, desearíamos, anhelaríamos o esperaríamos que fuesen. No. Las cosas tal cual son, tal cual fluyen, tal cual suceden de momento en momento”.
Ramiro
A. Calle, La meditación, Madrid,
Arias Montano, 1990.
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