Tuñón de Lara: insurrecciones cantonales, Alcoy 1873

   [...]  Y amaneció el 11 de febrero. A la una y media de la tarde, Amadeo, con palabras desabridas, entregó a Ruiz Zorrilla el texto de la abdicación en nombre suyo y de sus sucesores. A las tres de la tarde abrió el Congreso su sesión plenaria. Oída la renuncia acordó reunirse junto con el Senado en Asamblea Nacional. A las cuatro y media entraban en el salón de sesiones los miembros del Senado, precedidos de maceros. La renuncia de Amadeo era aceptada. Pi y Margall se levantó para defender la solución republicana. [...] Horas después, tras debate apasionado, la Asamblea aceptaba por 256 votos contra 32 la siguiente proposición [...]: <<La Asamblea Nacional resume todos los poderes y declara como forma de gobierno de la Nación la República, dejando a las cortes Constituyentes la organización de esta forma de gobierno>>. <<Se elegirá por nombramiento directo de las Cortes un poder ejecutivo que será amovible y responsable ante las Cortes mismas>>. 

   [...] El 1 de junio se reunieron las Cortes Constituyentes. Los carlistas estaban en el campo, los alfonsinos decretaron retraerse, así como la mayoría de los grupos políticos de derecha y centro [...] La mayoría de los escaños estaban ocupados por republicanos federales. [...] Figueras no se presentó ante las Cortes. Prefirió tomar el tren de Zaragoza y desde allí marcharse a Francia. En medio de esta lamentable situación se constituyó el 11 de junio, no sin discusiones laboriosas, el gobierno Pi y Margall. [...]

   Breve fue el gobierno de Pi y Margall y durante él la situación no hizo más que agravarse [...]  la situación se ponía cada día más tensa y los intransigentes pensaban ya en la insurrección cantonal. [...] En Barcelona los ánimos se excitaron mucho a causa de las derrotas sufridas por las fuerzas gubernamentales de manos de los carlistas. El 14 de junio la Internacional declaró la huelga general [...]

   En efecto, la situación tomaba giro catastrófico en las provincias del sur y levante. [...] Durante el mes de junio estallaron insurrecciones cantonales en Málaga, San Fernando, Sanlúcar y Sevilla. [...] Casi al mismo tiempo se produjo un movimiento insurreccional de otra naturaleza y esta vez bajo la responsabilidad de la dirección española de la Internacional. Los primeros días de julio una asamblea obrera acuerda en Alcoy declarar la huelga general. Fracasadas las negociaciones con el alcalde, señor Albors, éste, los patronos y los escasos guardias civiles de retén se parapetan esperando refuerzos armados de Alicante. Los obreros se arman y en número de 5.000 se hacen dueños de la situación. En la refriega muere el alcalde. [...] El Consejo Federal de la sección española (bakuninista) de la Internacional, que residía en Alcoy por decisión del Congreso de Córdoba, se hace dueño de la situación. Se nombra un Comité de Salvación Pública [...] Pero el 12 de julio se rinden a las tropas el general Velarde a cambio de una amnistía general. Entretanto, los cantones surgen por doquier: en Valencia, Murcia, Granada, Cartagena... Pi y Margall [...] se ve obligado a presentar la dimisión cediendo el paso a un gobierno más moderado. Es el 18 de julio y en ese momento el gobierno sólo ejerce su autoridad sobre Madrid y Barcelona. [...]

   Se formó entonces el gobierno presidido por don Nicolás Salmerón. [...] Este gobierno destituyó a todas las autoridades civiles y militares sospechosas de simpatizar con los cantonales; lanzó contra éstos dos divisiones (unos 6.000 hombres en total) [...] y declaró piratas a las unidades de la flota de guerra que bajo las órdenes del gobierno cantonal en Cartagena presidido por el general Juan Contreras recorrían las costas mediterráneas. 

   Como el gobierno tenía que hacer frente a la guerra carlista, ordenó también la movilización de 80.000 hombres de la reserva. Y todo eso lo hacía con el ejército tradicional, con los mandos tradicionales. [...] Al finalizar el mes de julio, el general Pavía había dominado Sevilla y Cádiz. En los diez primeros días de agosto liquidó la resistencia cantonalista en el resto de Andalucía. Por el contrario, Martínez Campos no pudo entrar en Valencia, defendida por la mayoría de su población obrera dirigida por una Juna Revolucionaria, hasta el 8 de agosto. A partir de ese momento quedaba sólo el cantón de Cartagena, plaza fuerte artillada por tierra y mar, que resistiría hasta enero de 1874".

Manuel Tuñón de Lara, La España del siglo XIX, vol. II, Madrid, Akal, 2000, pp. 11-23.


 

 

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