Rafael Ramos, La Dama de Elche

    "Excepto Ibarra, que la consideró representación del Dios Apolo, opinión seguida por otros estudiosos, y Saavedra, que la refería al sol pero no bajo la denominación clásica de Apolo sino más bien de la oriental de Mitra, los demás tratadistas apreciaron en sus facciones las de una mujer. 

    Alejandro Ramos expuso que se trataba de una dama basándose en que Artemidoro de Éfeso, célebre sabio y hombre de estado que viajó por las costas de Iberia allá por el año 100 a. J. C., dijo que algunas mujeres ibéricas llevaban collares de hierro y grandes armazones en la cabeza sobre los que se ponían el velo. Otras mujeres se colocaban un pequeño timpanon alrededor del cuello que cerraba fuertemente la nuca y la cabeza hasta las orejas, y se doblaba hacia arriba, al lado y detrás. Y añadía que para que el oscuro manto guardara la colocación deseada, empleaban una varita de un pie de larga.  Consideramos este texto lo suficientemente expresivo para aclarar esta duda, ya que en él transcribe Artemidoro lo que vio en Iberia,  las mujeres con sus complicados tocados, que podemos estimar son los mismos de la Dama, propios de una hembra. Y he aquí cómo la renombrada peineta que sirve para sujetar la mantilal española es el último resto de una costumbre puramente indígena".  

    "Además, deberá valorarse que esta pieza escultórica de Elche presenta a una Dama enormemente enjoyada y que esos ornamentos correspondían, en uno de sus aspectos posibles, a las apariencia de la diosas de la fecundidad, en las que las joyas no eran sólo adornos estéticos sino también amuletos (Himno Homérico a Afrodita, II, 5-11: <<...adornaron de collares de oro su delicado cuello y su pecho esplendoroso...>>)". 

    "Con relación a la problemática referida a si esta obra reproduce la imagen de una mujer mortal o de una diosa o a si reunía ambas apariencias a la vez para expresar la unidad de lo divino y lo humano, existen también interpretaciones distintas. Pudiera tratarse de una mujer ricamente ataviada o pudiera ser la figura ideal de una diosa, o incluso una ambigua manifestación de las dos".

     "Además, en el ambiente mediterráneo helenizado, del que participaron los iberos, pudo ser usual el hecho de situar ante los templos <<estatuas de mujeres que fueron sacerdotisas>> de la diosa, al igual que en la entrada de los santuarios <<hay estatuas de mujeres en piedra, de muy buen arte, y de las que dicen los del país que representan sacerdotisas...>> (Pausanias, Periégesis, II, 38, 8; y VII, 25, 7).  

    "Consiguientemente, la imagen de la Dama de Elche debe relacionarse con la idea de la renovación vegetal y de la mostración de la divinidad femenina que, con su epifanía, preside el periódico acontecimiento del brotar a la vida. De ahí su condición de figura incompleta, como expresión  y símbolo de su potestad de surgir de la tierra".

Rafael Ramos, La Dama de Elche, Valencia, Albatros, 1997. 





 


 

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