Julio Caro Baroja: sobre los bulos

    "La palabra bulo no se incorpora a los diccionarios de la lengua española hasta muy tarde. El de la Academia de 1956 dice que se llama así a la noticia falsa propalada con algún fin. En el de 1925 no está todavía. Pero los bulos son tan viejos como la Historia y entre ellos los terroríficos adoptan formas estereotipadas. Una de las más conocidas es la de atribuir las epidemias mortíferas, una peste o algo por el estilo, al envenenamiento de las aguas u otras formas de emponzoñar causadas por personas impopulares entre el vulgo. Según las tornas y las creencias contrarias, los envenenadores han podido ser los frailes o los jesuitas, o los judíos y otros enemigos de la fe. Los textos que nos hablan de bulos terroríficos respecto a venenos son muy abundantes y puede decirse que se ajustan a un pensamiento colectivo muy antiguo y extendido, según el cual las desgracias que les ocurren a los hombres son producidas siempre por la mala voluntad de otros con poderes malignos y no por razones naturales o fortuitas.

    En relación con los envenenamientos supuestos se puede recordar, en primer lugar por su importancia, la persecución de que fueron objeto los judíos cuando en Europa sobrevino la Peste negra, que se llevó a una cuarta parte de la población de 1348 a 1350. Corrió la voz de que los judíos envenenaban los pozos y las fuentes y se afirmó que los rabinos de Toledo eran los que habían urdido el plan de exterminio de los cristianos. Se aseguró también que se conocía la composición del veneno usado. La tortura arrancó confesiones afirmativas y hubo exterminio de muchas comunidades de judíos en Alemania, etc. Hay otros muchos casos documentados, en Francia y España, de acusaciones semejantes". 

Julio Caro Baroja, Terror y terrorismo, Barcelona, Plaza y Janés, 1989, 192 p.