Antonio Gala: Jaime I

 "JAIME I.- Cuando moría un rey en Aragón se terminaba el mundo... Después de un gran silencio comenaban los ritos increíbles. A la sala más grande del palacio, donde yacía el rey recién enmudecido, entraban caballeros a caballo con gualdrapas de saco, banderas desplegadas y a los muslos las astas... [...]

   Y comenzaba la corrida de armas... Inclinando las astas, arrastran por el suelo las banderas. Los corceles abaten los cirios y blandones. Los monteros reales hacen sonar las trompas y ladran las jaurías con los lomos cubiertos de negro cañamazo.. [...]

    Se iniciaba la negra comitiva hacia Poblet o Santes Creus... La arena de un reloj señala los momentos de relevo. Monjes encogullados van tras los dos abades. En medio de ellos, la yacija mortuoria levanta con sus paños el polvo del camino. [...]

   Un caballo desmontado porta el yelmo real y la cimera. A su costado izquierdo, las armas de Aragón. las barras or i flame, las barras oro y fuego. Colgado de una lanza, barre la tierra el estandarte regio. [...]

   VOZ.-  Ábrase, ante el abad, el ataúd. Y si quien está dentro era el rey hasta ayer, pónganle el cetro en su mano derecha y ciérrenlo después y denle tierra. 

   JAIME I.- Se terminaba el mundo. Luego, con otro rey, se inauguraba.

   VOCES VAGAS.- ¡Viva el rey! 

   VOZ.- Nos, que cada uno valemos tanto como vos y que, juntos, podemos más que vos, os ofrecemos obediencia si mantenéis nuestros furos y libertades. Y si no, no.

   VOZ.- Serás rey si obraras en derecho. Si no obraras en derecho, no serás rey.

   JAIME I.- Esta corona que de tus manos recibo, obispo, no la recibo en nombre de la Iglesia, ni por ella ni contra ella. Y no reconozco el censo y el tributo que mi antecesor Pedro II le concedió al papado, porque dio lo que no era suyo sin el consentimiento de sus súbditos.

   VOCES MÁS CLARAS.- ¡Viva el rey!

   [Tras conversar con sus sucesores Pedro III, Alfonso III, Jaime II, Alfonso IV y Pedro IV, Jaime I finalmente habla con Martín]

   MARTÍN.- Que en vez de un solo Papa, el cisma dejaba tres; y en vez de un solo rey en Aragón, cinco competidores. Acostumbra la vida a romper la esperanza. Mucho antes de morir, guardé silencio.

   JAIME I.- Y el reino miró a su alrededor buscando rey. Había concluido la estricta dinastía. La sangre no era ya la escalera del trono. Serena y friamente los commpromisarios de la triple corona en Caspe designaron. Fue a una Trastamara del linaje que reinaba en Castilla. La estirpe de Castilla se acomodó en el trono aragonés. Fernando de Antequera*, un rey rico en dinero; Alfonso V, rey napolitano, fuiste guerrero a Italia y volviste cadáver ya a esta tierra; Juan II, de las Siete Coronas, marido de doña Juana Enríquez. En la pequeña villa de Sos, un diez de marzo, trajiste al mundo un niño. Algo tan diminuto que apenas si es un lloro puede cambiar la historia de este mundo al que llega. Le pusiste Fernando, que es nombre castellano. Bajo su mano, como antes, más que antes, Aragón volvió a ser un fragmento e España. Supongo que igual que a mí cuando mi hijo consagró en su primera misa, a Fernando el Católico le temblarían de emoción las manos. Después de tantos siglos, España estaba hecha. Ese era el largo sueño".

Antonio Gala, Si las piedras hablaran, Madrid, Espasa Calpe, 1995, pp. 59, 60, 61, 66. 

* Los derechos a la sucesión aragonesa se transmitieron a través de su madre, Leonor de Aragón.



Comentarios

  1. Impresionante el juramento del Rey para ser Rey. La constatación de que su poder era delegado y la evidencia de que ya habíamos pensado en cómo seguir a un rey justo y mandar al garete a uno injusto. Y la ceremonia del duelo digna de un Oficio de Tinieblas. Impresionante. Lo demás, los azares y contingencia de las historias que hacen la Historia.

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