Ricardo Moreno Castillo, De la buena y la mala educación

 "Esta obsesión por ocultar que hay alumnos que saben más que otros y que el profesor ha de ser quien más sabe de su materia dentro del aula, puede llegar a extremos casi patológicos. Una maestra me confesó en cierta ocasión que nunca ponía un diez a ningún alumno para que no hubiera grandes diferencias y no se sintieran moletos quienes eran incapaces de alcanzar un diez. A algún profesor le he oído que él en realidad sólo era un <mero facilitador> del aprendizaje de sus alumnos. Se conoce que asumir sencillamente el papel de profesor que enseña a quienes no saben debía de parecerle una actitud altanera y clasista. Un pedagogo de cierta universidad española sostiene que los profesores tienen que dejar de ser <transmisores del conocimiento> para convertirse en <conductores de alumnos>. Transmitir el propio saber es compartir el que uno posee, y eso no tiene nada de malo. [...]  Hay otro pedagogo que se lamenta de que <el saber, en la escuela, es jerárquico, y circula de modo descendente>. Pues claro que sí, y cuestionar semejante cosa es tan absurdo como lamentarse de que la lluvia caiga de arriba abajo. [...] Pero claro, reconocer que en la transmisión del saber hay una jerarquía porque hay quienes saben más y quienes saben menos es renunciar a lo políticamente correcto, y hay algunos personajes que están dispuestos a cargarse la escuela pública antes que renunciar a la corrección política".

Ricardo Moreno Castillo, De la buena y la mala educación, Barcelona, Los libros del lince, 2008, 173 pp. 

La cita es de las páginas 138 y 139.  Hay un prólogo de Eduardo Mendoza que está bien. El autor comunica buenas reflexiones y observaciones sobre la enseñanza y el capítulo final se dedica a la importancia de transmitir el amor a la lectura.