John Le Carré, El honorable colegial

“En la primavera vino la huérfana y la encargada de correos también la odió. Era pelirroja, lo cual, para empezar, ya era medio camino andado para la putería. Y no tenía pecho ni para alimentar a un conejo; y lo peor de todo era aquella vista feroz para la aritmética. Decían que la había encontrado en la ciudad; puta de nuevo. No le había dejado separarse de ella, ya desde el primer día. Pegada a él como un niño. Comía con él con el ceño fruncido. Bebía con él, y con el ceño fruncido. Compraba con él, captando las palabras igual que un ladrón, hasta que ambos se convirtieron en un pequeño espectáculo local, el gigante inglés y aquella puta espectral y ceñuda, bajando del cerro con su cesto de mimbre” (p. 53)

“Lo mismo que los ilusionistas se aferran a su mística, los agentes de campo, por razones distintas, son congénitamente reservados en cuanto a sus fuentes” (p. 101).

“Las seis de la tarde era la hora otoñal de las brujas, cuando los aromas de todos los campos rurales de Inglaterra, húmedos y cubiertos de hojas, se aureolaban río arriba de húmedos jirones de la oscuridad” (p. 150)"

“Muchos consideran la duda una postura filosófica legítima. Se consideran en el centro, mientras que, por supuesto, no están en realidad en ninguna parte” (p. 156).

“Lo que un hombre piensa es asunto suyo. Lo importante es lo que hace” (p. 625).

John Le Carré, El honorable colegial, Barcelona, Planeta, 2016, 743 p. 

 1977 The Honourable Schoolboy

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