Antonio Larreta, Volavérunt

 "<<Tú que me has ayudado a vivir>> y señaló hacia donde estaban sus retratos <<bien podrías ayudarme a morir, dejarme un día revolver entre tus pinturas y... ¡No me interrumpas! ¡No me digas que no sería hermoso! ¿De qué murió la cuitada? ¡De amarillo de Nápoles! Es mejor que morirse de simple fiebre amarilla, que es lo que se estila en estos tiempos>>". 

"Conviene dejar sentado de una vez por todas que la muerte provocada por veneno era moneda corriente en la Europa de aquellos tiempos. Sin remontarse a la leyenda negra de los Borgia, que incluye un papa envenenador, o al caso Paracelso o al famosísimo <<affaire des poisons>> que conmovió a Francia en 1679 y en que se vio implicada la propia Mme. de Montespan, amante de Luis XIV, en la misma Corte española de fines del XVIII y comienzos del XIX hay por lo menos cuatro casos en que corrieron serios rumores de envenenamiento: un intento contra Jovellanos (1797); la muerte de la Duquesa de Alba (1802); los prolongados y vivos temores de la reina María Luisa de vivir en continuo peligro de ser envenenada por su nuera María Antonia de Nápoles y por instigación de sus consuegros (1802-1805); la propia muerte de la princesa María Antonia, achacada según las murmuraciones a su suegra que al fin habría hallado así una salida a sus propios temores (1805). En fecha no muy lejana (1791), en Viena, nada menos que Mozart temió en su agonía haber sido envenenado y la posteridad no ha descartado que su asesino fuera el maestro Salieri, Maestro de Capilla del Emperador. En esos tiempos, la muerte por envenenamiento era conocida en la Corte austriaca por el mal italiano".

Antonio Larreta, Volavérunt, Barcelona, Planeta, 1980. 







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