Sue Grafton, A de adulterio

    "No me fue difícil dar con Sharon Napier. Era alta, uno setenta y cinco, quizá más a causa de los zapatos de tacón alto. Era la típica individua a quien comienza a mirarse desde abajo: piernas largas, bien formadas y enfundadas en unas medias de malla que las afinaban, y faldita negra con un pequeño volante en lo alto de los muslos. Tenía poca cadera, estómago liso y los pechos se le juntaban hasta formar dos prietos montículos pronunciados e inseparables. El talle del vestido negro era ajustado y de escote generoso, y llevaba cosido el nombre encima del pecho izquierdo. El pelo, rubio ceniza, se aclaraba bajo la luz del local; tenía los ojos de un verde mágico, con un destello que supuse se debía a las lentillas coloreadas; un cutis pálido e inmaculado, y el óvalo del rostro tan blanco, y tan delicada su textura, como la cascara de huevo. La pintura de labios rosa brillante realzaba las generosas dimensiones de la boca, grande y carnosa. Era una boca hecha para actos contra natura. Había algo en su actitud que prometía una sexualidad fría e improvisada por un precio justo y dicho precio no tenía que ser bajo". 

    "Los tramposos ganan siempre. No era ningún notición, pero más valía recordarlo".

Sue Grafton, A de adulterio, Barcelona, Tusquets, 1999

A is for Alibi, 1982

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