G. K. Chesterton, San Francisco de Asís
"La orden franciscana ni se fosilizó ni se truncó como algo cuyo verdadero objetivo se viera frustrado por la tiranía oficial o por la traidicón interna. Fue éste su tronco central y ortodoxo el que después fructificó para el mundo. Contó entre sus hijos a Buenaventura, el gran místico, y a Bernardino, el predicador popular, que llenó Italia con las muy beatíficas bufonadas de un Juglar de Dios. Contó a Raimundo Lulio, con su saber extraño y sus magnos y atrevidos planes para la conversión del mundo, un hombre muy suyo, como muy suyo había sido San Francisco. Contó a Roger Bacon, el primer naturalista, cuyos experimentos con la luz y el agua tuvieron toda la luminosa rareza que caracteriza a los comienzos de la historia natural, y a quien hasta los científicos más materialistas han venerado entre los padres de la ciencia. En ellos reconocemos un regusto y un toque de audacia y sencillez que nos dice que fueron hijos de San Francisco".
G. K. Chesterton, San Francisco de Asís, en San Francisco de Asís. Santo Tomás de Aquino, Madrid, Homo Legens, 2006, páginas 1 a 125.
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