Chesterton: sobre maniqueos, gnósticos y calvinistas.
"Lo que llamamos filosofía maniquea ha tenido muchas formas. [...] Siempre, de una manera o de otra, es una idea de que la naturaleza es mala, o cuando menos de que el mal tiene sus raíces en la naturaleza. Lo esencial es que, como el mal tiene raíces en la naturaleza, también tiene derechos en la naturaleza. El mal tiene tanto derecho a existir como el bien. Esta idea adoptó muchas formas. Unas veces fue un dualismo que ponía al mal en pie de igualdad con el bien, de suerte que a ninguno de los dos se le podía calificar de usurpador. Más o menos fue una idea general de que los demonios habían hecho el mundo material, y si había espíritus buenos éstos se interesaban por el mundo espiritual. Más tarde adoptó la forma del calvinismo, según el cual Dios había hecho el mundo, pero en un sentido especial había hecho el mal además del bien: había hecho una voluntad mala además de un mundo malo. Según esta tesis, si un hombre escoge en vida condenar su alma, no estará contrariando la voluntad de Dios, sino cumpliéndola. En estas dos formas, la del gnosticismo temprano y la del calvinismo posterior vemos la diversidad superficial y la unidad fundamental del maniqueísmo. Los antiguos maniqueos enseñaban que Satanás dio origen a toda la obra de creación comúnmente atribuida a Dios. Los nuevos calvinistas enseñaban que Dios da origen a toda la obra de condenación atribuida comúnmente a Satanás. Los dos tenían la idea de que el creador de la tierra era primordialmente el creador del mal, ya se le llame demonio o dios. [...]
Hay que decir unas palabras sobre la doctrina católica, que es tan moderna como medieval. Eso de que "Dios miró todas las cosas y vio que eran buenas" encierra una sutileza que el pesimista popular no puede seguir, o por precipitación no advierte. Es la tesis de que no hay cosas malas, sino malos usos de las cosas. Si se prefiere, no hay cosas malas sino únicamente malos pensamientos, y sobre todo malas intenciones. Sólo los calvinistas pueden realmente creer que el infierno esté empedrado de buenas intenciones. Eso es justamente lo único de lo que no puede estar empedrado. [...] El demonio no puede hacer que las cosas sean malas; las cosas siguen siendo lo que eran en el primer día de la creación. Sólo la obra del cielo fue material: la creación de un mundo material. La obra del infierno es enteramente espiritual".
G. K. Chesterton, Santo Tomás de Aquino, en San Francisco de Asís, Santo Tomás de Aquino, Madrid, Homo Legens, 2006, pp. 127-278.
Los pasajes transcritos están en las páginas 202 y 203.
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