Ortega y Gasset: sobre el intelectual
"El tipo humano denominado intelectual es una mera contingencia histórica que brotó en una región muy circunscrita del planeta y en una fecha de sobra precisa. Fue allá, en el oriente del Mediterráneo y fue, a la par, con una extraña coincidencia cronológica, en dos civilizaciones y mundos, confinantes pero, entonces, sin comunicación ni homogeneidad ninguna, a sabe, en el mundo siriaco de un lado y en el mundo helénico de otro, en torno al año 700 antes de Cristo. Exactamente en los mismos años, surge en Grecia el primer esbozo de intelectual con Hesíodo y se levanta en tierra hebrea el primer profeta, Amós. Los profetas fueron los intelectuales de Israel. A Hesiodo van a seguir pronto los sofoi, los pensadores, los sabios; que en la escuela de Platón fueron consagrados con el número canónico de <<siete>>; los <siete sabios>>, figuras de enorme sugestión que abren, como un coro de danzarines, a la vez egregios y burlescos, el inmenso y milenario ballet del pensamiento [...] En inmediata sucesión, florecen en forma los primeros hombres de ciencia: los fisiólogos y el misterioso Pitágoras, de influencia incalculable, y Parménides y Heráclito, los dos fundadores de la filosofía sensu stricto, los dos dinosaurios gigantescos de la fauna intelectual. [...]
Amós es el primer profeta en el sentido que esta palabra tiene hoy para nosotros y que nos fue transmitido y conservado por el cristianismo. La modalidad humana que Amós inicia va a ser venerada, respetada y repetida por todos los profetas subsecuentes. En él tenemos, pues, el perfil primero de profeta y, a la vez, el más puro. Ese sentido no es, sin embargo, el que vulgarmente se le da, según el cual profetizar sería sin más vaticinar, anunciar el futuro, adivinar el porvenir. Sin duda, en las palabras de los profetas brotaban anticipaciones del futuro, predicciones. Y sin embargo, la ley física no parece proponerse predecir, sino exclusivamente decir, decir la verdad sobre lo que las cosas son y, por lo visto, cuando se posee la verdad sobre lo que una cosa es, se posee por añadidura la precisión de su comportamiento futuro. [...] Mientras en el intelectual originado en Grecia, de cuya tradición procedemos los occidentales, el predecir toma la forma aparente de puro y tibio decir y queda oculto como tal predecir, en el intelectual oriundo de Siria, en el profeta, el decir se presenta normalmente con el aspecto dramático y ardiente de la predicción, del vaticinio, [...] con forma apocalíptica. Pues mientras el hombre de Grecia a su decir formal le llamará discurso, logos, el profeta llamará al suyo apocalypsis, revelación".
José Ortega y Gasset, Sobre la razón histórica, Madrid, Revista de Occidente / Alianza Editorial, 1983.
Cita de las páginas 137 a 139.
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