Barrows Dunham: sobre la Trinidad

    



    "El  extraordinario  concepto  que  con  mucha  elevación  y  no  poco  misterio,  corona  el grandioso edificio  de  la  doctrina cristiana  es  el concepto  de  Trinidad  -tres personas que son,  en el sentido más íntimo,  una  sola  Persona  y  una Persona que  es  tres del modo más distinto-.  [...]  Yo creo que entiendo la Trinidad.  [...] Este concepto particular no fue elegido sobre la base de la evidencia, de la claridad ni aún de la probabilidad.  No  fue  elegido  sobre  ningún  principio intelectual. Fue elegido porque él, y sólo él, podía resumir trescientos años de  speculación  en  una prueba  única  y  coherente de  que  la  Iglesia  Cristiana era en grado sumo autoritaria , exclusivamente autoritaria y autoritaria para todo.

     [...] El examen del concepto en sí mismo mostrará que no significa nada imposible, aunque lo que significa en relación con la existencia es bastante difícil de creer.

     La primera dificultad es esta: ¿cómo pueden tres entidades ser una sola o una entidad ser tres al mismo tiempo?  Pues bien, podría decirse que no hay nada más simple y que la exigencia es verdaderamente muy modesta. Todo hombre sano posee un vivo sentido de la unicidad de su propio cuerpo, que sigue siendo el mismo aunque blanqueen los cabellos, se arrugue la piel o degeneren los órganos. Pero este cuerpo está compuesto no de tres, sino de millones de entidades.. [...] Aunque las moléculas no hablan a fin de cuentas son distintas; no se pierden en la totalidad que componen.

    [...] El modelo de la relación que subyace en el concepto de Trinidad no es solamente posible, es también el modelo ideal de lo que debemos considerar hermandad humana. [...] Probablemente, una unidad ideal preservaría al mismo tiempo la identidad personal y la unidad social, de modo que se poseyera lo bueno de ambos. Totalidad sin pérdida de la individualidad: esto es lo que simboliza la Trinidad. [...]

      Por lo que concierne a la razón, en la Trinidad no hay más misterio del que existe en la noción, bastante familiar en matemáticas, de límite. Un límite, nos dicen, es un valor o forma fija a la que un valor o forma variable puede acercarse indefinidamente, pero sin alcanzarlos. [...] Nuestra propia experiencia de relaciones muestra ampliamente que toda relación une entidades distintas. Si desaparece lo que las distingue, lo hace también la relación puesto que ya no hay que unir nada. Pero, por otro, si la diferenciación de los elementos es total, entonces de ningún modo pueden ser puestos en relación. Lo que descubrimos es que los elementos existen de formas muy distintas en las múltiples relaciones de unos con otros. De ahí que para imaginar la Trinidad, todo lo que se nos pide es que pensemos un caso límite en el que la unidad de la relación y la diferenciación de los elementos sean completas simultáneamente. 

      [...] Los Padres ortodoxos eran prudentes como serpientes, si bien quizá no eran inocentes como palomas. Ninguna paloma hubiera sobrevivido a esta oposición climatérica (*). Porque la oposición, como sabemos, tenía relación con el control de una organización que llegó a ser la heredera del Imperio. [...]

      En la teoría jerárquica, la obediencia a Dios exige obediencia a los nombrados por Dios.  [...] Los Padres entendieron que asentaban este último problema sin ningún género de compromiso, en términos definitivos. El Fundador de su Iglesia no sería simplemente un hombre, ni un profeta, ni un emisario, ni un semi-dios, sino una parte inseparable de la propia Divinidad. No poseería una autoridad derivada, sino una autoridad original y suprema. [...]

     La doctrina de la Trinidad no pertenece a la teología, ni a la metafísica, ni a la moral aunque participe de ellas. Pertenece a la jurisprudencia, ya que es el esfuerzo -extraordinario y hasta sublime- para justificar a una organización específica como dirigente, gobernante y árbitro final de todos y cualesquiera asuntos humanos. [...]

    En el año 1302, Bonifacio VIII publicó una bula, Unam Sanctam, en la que afirmaba la supremacía de la Iglesia sobre todos los poderes seculares. Alguno de sus argumentos resulta familiar en nuestros días:

       "Por ello, si el poder de la tierra se equivoca, deberá ser juzgado por el poder espiritual; pero, si se equivoca el menor de los poderes espirituales, lo será por el más importante... Además, aunque esta autoridad ha sido dada a los hombres y se ejerce a través de ellos, no es en sí humana, sino más bien divina, otorgada de labios divinos a Pedro y fundamentada en una roca para él y sus sucesores a través del mismo Cristo de quien había dado testimonio; el Mismo Señor había dicho a Pedro: <<Todo lo que atares..., etcétera>>. Por lo tanto, todo aquel que se opone al poder así ordenado por Dios se opone al orden de Dios, a menos que crea como los maniqueos que hay dos principios. Consideramos que esto es falso y herético, puesto que según el testimonio de Moisés, Dios creó los cielos y la tierra, no en <<los principios>> sino en <<el principio>>. Y ciertamente declaramos, anunciamos y definimos que es absolutamente necesario para toda criatura humana estar sometido al Romano Pontífice. En Letrán, 14 de noviembre, en nuestro octavo año. Como memorial perpetuo sobre este asunto". 

     Como los poderes seculares seguían sin convencerse, llegó un momento en que Pío V se enfrentó con una reina, Isabel de Inglaterra, que era al mismo tiempo, virgen, hereje e intransigente. Armado con la jurisprudencia trinitaria, Pío no vaciló: la excomulgó y destituyó, en una no menos famosa bula titulada Regnans in excelsis (25 de enero de 1570). [...]

         Considerados los motivos que impulsaron su primitiva formulación y el uso que de él se ha hecho desde entonces, el concepto de Trinidad pertenece a la jurisprudencia. Supone que la autoridad legal es adquirida en sentido descendente; es decir conferida por un poder más alto y, en última instancia por el más alto de los poderes. Esta suposición aún nos parece natural, ya que ideológicamente hemos cambiado muy poco desde la época feudal; y también, cuando junto a la leyenda de la fundación de la Iglesia se exige que el Fundador entre a formar parte de la Divinidad sin pérdida de su identidad ni de su humanidad. Así, el Fundador tiene que ser a la vez totalmente humano y totalmente divino, lo cual es el significado del nombre Jesucristo. De no ser así, su fundación de la Iglesia y su redención de la humanidad hubieran tenido menor efecto o no lo hubieran tenido en absoluto>>. 

DUNHAM, Barrows, Héroes y herejes. Antigüedad y Edad Media, Barcelona, Seix Barral, 1969, pp. 125-136. 

* Climatérico2 adjetivo  Dicho del tiempo: Peligroso por alguna circunstancia. Diccionario de la RAE. 

"The Life and Times of Barrows Dunham", by Jordan Ricker (7-12-2020):  

https://storymaps.arcgis.com/stories/bb9991e0fb644dddaf5ebe7e97978e42









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