Pablo Simón: sobre el Estado
"El concepto de Estado ha cambiado en diferentes momentos de la historia. Sin embargo, una definición de mínimos lo considera como aquella organización que dispone de una ventaja comparativa en el uso de la violencia y que se extiende en una determinada área geográfica acotada por su capacidad para gravar con impuestos a sus integrantes. Cuando pierde alguna de estas capacidades, por la razón que sea, la situación deviene ingobernable y colapsa. Como en Libia, sí, pero también como en muchos otros lugares como Afganistán, Irak, Somalia, Chad, Haití o Zimbabue. [...] "El Estado pasa a detentar el monopolio sobre el uso de la violencia y a dedicarse, en esencia a dos cosas. Por un lado, a establecer un coste o una sanción social a comportamientos desviados; por el otro a establecer unos impuestos para poder financiar su capacidad coercitiva. Y todo, por descontado, en torno a una autoridad única e indiscutible".
"A modo de síntesis, el Estado busca hacer la guerra contra sus rivales externos, eliminar a sus rivales internos, proteger a su ciudadanos para hacer valer su soberanía y extraer rentas de la manera más eficiente para financiar todo lo anterior. De ahí la conocida frase <<La guerra hace Estado>>, porque al fin y al cabo este conflicto constituyó su principal motor de expansión. Precisamente fue esto lo que llevó a que a medio plazo otras formas de gobierno de las comunidades humanas (como las tribales o las imperiales) no tuvieran ya otra alternativa que imitar al Estado o terminar sometidas por él.
Muchos autores consideran que esta fragmentación competitiva entre diferentes estados es la que dio una ventaja decisiva a Europa occidental frente a otras regiones del mundo. [...] A esta fragmentación política se le sumaba una importante unidad cultural e intelectual. El marco común de la cristiandad, el latín como lengua franca y la movilidad de las ideas y de los intelectuales en los siglos XV y XVI habrían ayudado a que no hubiera audiencias pequeñas y restringidas a las innovaciones. Incluso cuando la Iglesia prohibía determinadas obras, se reeditaban en el mundo protestante, una libertad cultural que no había en el Imperio Otomano ni en China".
"Conviene no olvidar que el poder del Estado es enorme, con frecuencia mayor del que se plantea por aquellos que confunden que se inhiba de usarlo con que no pueda desplegarse. Cuidado, pues, aun dormido, el Leviatán todavía tiene poder sobre la vida y la muerte".
Pablo Simón, El príncipe moderno, Barcelona, Debate (Penguin Random House), 2018.
Citas de las páginas 33, 36-37 y 257.
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