M. Vargas Llosa sobre Hayek, mercado, liberalismo y ley

 "Sólo para los ignorantes y para sus enemigos, empeñados en caricaturizar la verdad a fin de mejor refugarla, es el mercado únicamente un sistema de libres intercambios. La obra entera de Hayek es un prodigioso esfuerzo científico e intelectual para demostrar que la libertad de producir y comerciar no sirve de nada -como lo comprobaron la ex-Unión Soviética, las repúblicas ex-socialistas de Europa Central y las democracias mercantilistas de América Latina- sin un orden legal estricto y eficiente que garantice la propiedad privada, el respeto de los contratos y un poder judicial honesto, capaz e independiente del poder político. Sin estos requisitos básicos, la economía de mercado es una retórica tras la cual continúan las exacciones y corruptelas de una minoría privilegiada a expensas de la mayoría de la sociedad, lo que los liberales llamamos <<el mercantilismo>>". 

   "Nadie insistió tanto como Hayek en señalar que el liberalismo no consiste en liberalizar los precios y abrir las fronteras a la competencia internacional, sino en la reforma integral de un país, en su privatización y descentralización a todos los niveles, y en transferir a la sociedad civil -a la iniciativa de los individuos soberanos- las decisiones económicas esenciales. Y en la existencia de un consenso respecto a unas reglas de juego que privilegian siempre al consumidor sobre el productor, al productor sobre el burócrata, al individuo frente al Estado y al hombre vivo y concreto de aquí y de ahora sobre aquella abstracción con la que justifican todos sus desafueros los totalitarios: la humanidad futura". 

    "El respeto a la ley es en Hayek inseparable de su fe en el mercado libre; pero él distinguió siempre -y lo explicó con mucha claridad en los tres volúmenes de Derecho, legislación y libertad- entre ley y legislación: kosmos, el orden legal espontáneo, y taxis, la legalidad impuesta por el poder. La primera es aquella forma de legalidad natural, creada y perfeccionada por la costumbre y la tradición, en respuesta a la necesidad de crear un orden para resolver los litigos y evitar el caos y la violencia en el seno de una sociedad; y la segunda, aquella justicia planeada y racionalmente sancionada pro parlamentos y tribunales que, a veces, fractura y distorsiona a la primera y puede llegar a ser tan perjudicial, en el campo jurídico, como la planificación económica, algo que en el ideario hayekiano constituye siempre una amenaza contra la libertad". 

Mario Vargas Llosa, "Friedrich August von Hayek (1899-1992)", La llamada de la tribu, Barcelona, Alfaguara (Penguin), 2018.

Citas de las pp. 110-112. 





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