Pío Moa: guerra civil en la Guerra Civil, Barcelona mayo 1937

   "La revolución que el 19 de julio del 36 acabó con los restos de la república, había resultado inconclusiva, pues, no predominando en ella ningún partido, cobró un carácter anárquico y plagado de celos internos. El caos resultante esterilizaba la superioridad material sobre el enemigo y arriesgaba degenerar en una pugna de todos contra todos. Evitarlo exigía poner en pie un nuevo estado, y a esa urgencia respondió el gobierno de Largo Caballero, como hemos visto, constituido al mes y medio de la sublevación derechista. [...] La tarea inmediata del nuevo estado, construir un ejército, como garantía de la victoria, fue abordada exitosamente con la ayuda, o más bien la tutela, de la Unión Soviética.

   [...] Contra lo que dice Azaña, el peligro de la guerra sí sirvió de soldador, o fue el único soldador, aunque no muy firme. El primer antagonismo surgió entre partidarios y opuestos a profundizar la revolución. Los partidarios -ácratas, parte de los socialistas, y el pequeño POUM-, tenían en contra al PCE y también, algo medrosamente a jacobinos y nacionalistas. Según el PCE, el desorden anárquico impedía la victoria, y por tanto debía ser refrenado y apuntalada la fachada de democracia ante el exterior. [...] Por eso los comunistas sufrían la acusación de contrarrevolucionarios, pero su visión era mucho más sutil. Buscaban, ante todo, ganar la guerra, pues <<ganando la guerra hemos ganado la revolución (...) Ambas cosas son inseparables. Son dos aspectos del mismo fenómeno>>.

   [...] Los defectos de la revolución de julio salieron pronto a la luz: las milicias se estancaban o cosechaban derrotas, las colectivizaciones funcionaban mediocremente o mal, y cientos de miles de pequeños propietarios echaban pestes. [...] El PCE, inspirado y respaldado por Moscú, recibió el apoyo de una masa de <<pequeños burgueses>> expoliados y vejados. Su éxito descansó en las importaciones soviéticas, pero más aún en su posesión de una estrategia definida, de una voluntad inconmovible de aplicarla y de una organización combativa y militarizada. Lo cual faltaba escandalosamente al resto del Frente Popular, cuyas organizaciones, al lado de la comunista, daban impresión de ilusas y confusas, amén de intrigantes y oportunistas. 

   [...] La estrategia comunista tenía su punto clave en el dominio de las fuerzas armadas y a ellas consagró el partido sus mayores y mejores esfuerzos. Se trataba de poner en pie un ejército regular <<único y disciplinado>>, con <<dirección única y férrea>>.  Proyecto con sentido común, pues sin él, estaba demostrado, toda la superioridad material no bastaba para aplastar al enemigo. [...] El PCE decía superar los 200.000 militantes para finales de 1936, y no debía exagerar mucho. Ya no era un partido secundario sino, de hecho, el rector del Frente Popular, aunque obligado a contar con otras fuerzas tan masivas como la socialista y la libertaria. Sus competidores percibían su designio dominador bajo las consignas de unidad y disciplina, pero no acertaban bien a oponerse, una vez fallidas las milicias y llegada la aportación soviética. [...] Otro punto crucial de la línea del PCE seguía siendo la fusión con el PSOE, [...] que le habría convertido de golpe en un poder casi absoluto. Esa política había complacido a Largo cuando creía que la superioridad numérica y la veteranía socialista absorberían al joven y pequeño PCE, pero salió de su error al comprobar cómo la fusión de las juventudes de ambos partidos, bajo el nombre engañoso de Juventudes Socialistas Unificadas, colocó a éstas bajo el control del partido <<hermano>>.[...] A lo largo del otoño de 1936, Largo Caballero fue sintiendo y resintiendo cómo los comunistas se convertían en los auténticos jefes, y resolvió, como último recurso, impedir la unión de ambos partidos, desafiando el incansable apremio de los soviéticos y de sus agentes españoles. [...]

   Los documentos publicados en Spain betrayed prueban que desde muy pronto el PCE había visto en la CNT un enemigo apenas menor que el <<fascismo>>, asimilable también al trotskismo, es decir, al POUM. Díaz afirmaba: <<Trotski es un agente directo de la Gestapo>>. <<El trotskismo no es un partido político, sino una banda de elementos contrarrevolucionarios. El fascismo, el trotskismo y los incontrolables (otro nombre para los anarquistas, o parte de ellos) son, pues, los tres enemigos del pueblo que deben ser eliminados de la vida política>>. En diciembre del 36, el diario soviético Pravda, órgano del PCUS, escribía: <<La limpieza de trotskistas y anarcosindicalistas debe ser realizada con la misma energía que en la URSS>>. 

   [...] En Cataluña la CNT dominaba la situación desde el principio, pero pronto el comunista PSUC, muy débil inicialmente, despegó de modo espectacular como partido del orden y de la pequeña y media propiedad, frente a la arbitrariedad libertaria. Al enfrentarse a la CNT, el PSUC se ganó la gratitud de la Esquerra, pues hacía lo que ésta deseaba, pero no osaba hacer.  [...] En la primavera del 37, mientras el centro de gravedad de la guerra pasaba de Madrid a Vizcaya, las rivalidades entre el PCE por un lado, y la CNT y Largo por otro, subieron de tono. [...] De esa ansiedad brotaban campañas anticomunistas, intentos de dividir las Juventudes Socialistas Unificadas y una larga serie de intrigas por parte de anarquistas y republicanos. La peor oposición venía de Largo Caballero y el PCE veía muy clara la situación: <<Caballero no quiere la derrota, pero teme la victoria. La teme porque ella significa un reforzamiento aún mayor del Partido Comunista de España>> [...] Largo obstruía la renovación del alto mando militar deseada por los rusos y la victoria de Guadalajara había reforzado su obstinación [...]  Entre los comunistas, cundía a veces la tentación expresada a Stalin por Krivoshein, jefe de los carros soviéticos: <<La España revolucionaria necesita un gobierno fuerte capaz e organizar y garantizar la victoria de la revolución. El Partido Comunista debe llegar al poder incluso por la fuerza, si es preciso>>. Esto, sin embargo, no convenía, pues su superioridad en el Frente Popular no era aún lo bastante firme y, sobre todo, tendría repercusiones internacionales muy negativas para la estrategia de Stalin. No había más remedio que encarar con paciencia los obstáculos y explotar las hondas rencillas entre sus aliados-rivales, apoyándose ora en unos, ora en otros.

   Y así lo hicieron con la mayor habilidad. [...] El PSOE seguía siendo un partido dividido y desorientado, falto no ya de estrategia sino de una idea clara y compartida sobre la guerra y su desenlace. Prieto, Azaña y otros se dejaron querer. [...] A finales de marzo los comunistas decidieron <<ir de manera decisiva y consciente a la batalla contra Caballero y su círculo>> [...] En abril proliferaron los choques entre comunistas y anarquistas, especialmente en Cataluña, con mutuos asesinatos. Y el 3 de mayo, una semana después del bombardeo de Guernica, los comunistas, de acuerdo con la Esquerra, llevaron guardias de asalto a ocupar la Telefónica en Barcelona, un centro clave del poder libertario, desde el cual controlaba la CNT la comunicaciones de los demás partidos. El asalto fue repelido y, en breve, la ciudad se llenó de barricadas, choques y asedios entre los anarquistas y el POUM, por un lado, y los guardias de la Generalitat y comunistas por otro. En medio quedó Azaña, en situación angustiosa, pues temía ser asesinado. Él había rechazado, hasta con amenaza de dimisión, la entrada de los anarquistas en el gobierno, aunque en vano, y estos le odiaban desde la matanza de Casas Viejas en 1933 [...] 

   El POUM comprendió que estaba en juego su supervivencia y presionó por llevar el combate hasta el final, aunque, curiosamente, sin mucha energía. La CNT -salvo el grupo Los Amigos de Durruti- parecía menos consciente de la apuesta, y la unión entre ellos y los trotskistas nunca tuvo solidez. La revuelta se vino abajo cuando los ministros anarquistas, en especial García Oliver, llamaron a los suyos a terminar la lucha, y llegaron fuerzas numerosas del gobierno de Valencia, vista la incapacidad de las de la Generalidad para reprimir los disturbios. [...] Los comunistas ganaron. Y ganaron en toda España, y en una escala inimaginable meses antes.  

   [...] Los comunistas pensaban desde hacía semanas en fabricar la crisis, y la forma como se produjo el asalto a la Telefónica, mandado por el comunista Rodríguez Salas, con autorización del consejero de Seguridad, Aiguadé, de la Esquerra, y sin previa noticia oficial a la Generalidad -obviamente para no prevenir a la CNT-, tiene el sello de la provocación deliberada. Hábilmente, la propaganda comunista transformó la resistencia a su golpe en un <<golpe trotskista-fascista>> contra el Frente Popular, y comenzó una durísima represión contra el POUM y contra los anarquistas. 

   Así, con su atrevido ataque, el PSUC derribó la hegemonía anarquista en Cataluña, incontrastable en apariencia, y lo hizo hasta el punto de que en agosto, sólo tres meses después, la CNT soportaba sin casi rechistar el mayor ultraje: tropas del PCE al mando de Líster desmantelaban manu militari las comunas anarquistas de Aragón, el símbolo más alto de las conquistas ácratas, detenían a sus jefes y llevaban a varios de ellos ante los tribunales por robo y saqueo. [...] Se habían avanzado grandes tramos hacia el objetivo comunista de un <<mando único y férreo>> [...] Pero ¿qué gobierno? No el de Largo Caballero. Con la mayor presteza, los comunistas y sus mentores convirtieron la revuelta de Barcelona en palanca para derriba al ex Lenin español. Según ellos, lo sucedido había sido un golpe del POUM en combinación con los servicios secretos franquistas y la Gestapo. Se imponía, pues, una represión ejemplar, empezando por proscribir al POUM y depurar la retaguardia de traidores. Largo no quería oír hablar de ello, y adoptó un escrúpulo legalista. El tiempo urgía al PCE porque para el 15 de mayo tenía previsto el jefe del gobierno aplicar su plan de erradicación dela influencia comunista en el ejército. El ministro comunista Jesús Hernández [...] El 13 de mayo, Hernández y su camarada el también ministro Uribe, exigieron la persecución del POUM y un giro en la conducción de la guerra. Ante la negativa de Largo, salieron del consejo. Su acuerdo previo con Prieto y Azaña ofrece pocas dudas. [...] Por fin, el viejo líder bolchevique dimitió, y Azaña confió la formación de un nuevo gobierno a Negrín, el principal autor del envío del oro a Rusia, y muy afecto a los comunistas. [...]

   Así, en una rápida serie de golpes audaces y maniobras magistrales, el PCE culminaba su carrera, reduciendo a la impotencia a las otrora invencibles CNT, UGT-PSOE de Largo, y a la Esquerra, y demoliendo al POUM. Su posición en el ejército se había hecho imbatible, y también en el gobierno, dirigido ahora por un socialista muy de su confianza. Por fin conquistaba la tan anhelada unidad política y militar, indispensable para la victoria destinada a alumbrar <<una democracia de nuevo tipo>>.

   Como anticipo de esa democracia, iba a producirse una violenta represión, con torturas y asesinatos. El POUM fue desarticulado y sus miembros acosados sin piedad. Se adueñó de Barcelona, escribe Orwell, una <<atmósfera de sospecha, temor, incertidumbre y odio velado>>. <<La policía llegó a sacar de los hospitales a milicianos del POUM gravemente heridos>>. << Muchos de los arrestos eran abiertamente ilegales, y diversas personas cuya liberación fue dispuesta por el jefe de la policía, se vieron arrestadas otra vez (...) y llevadas a prisiones secretas>>.

   El crimen más resonante fue el cometido con el líder poumista Andreu Nin. Su secuestro, tortura y asesinato mostraron cómo la policía secreta soviética actuaba en España con independencia del poder oficial, y dirigía a su vez a la policía española o a parte de ella. [...]

   Los sucesos probaron la eficacia de la propaganda soviética entre las izquierdas burguesas: su versión del golpe <<trotskista-fascista>> recibió amplio crédito, pese a su poca verosimilitud, y la respaldaron importantes intelectuales. Los testimonios veraces sufrieron un silenciamiento asfixiante, para desesperación de los vencidos. [...]

   Frente al declinante fervor revolucionario, los comunistas auspiciaban un programa nuevo y racional, cuya capacidad de persuasión aumentaba por las malas experiencias militares y económicas anteriores. A pesar de las proclamas altisonantes, tanto la CNT como el POUM confiaban cada vez menos en sí mismos, y probablemente viene de ahí su reacción inesperadamente débil al asalto comunista. [...] En realidad, la revuelta de mayo manifiesta la incompatibilidad entre las distintas concepciones revolucionarias, cada una de las cuales implicaba la aspiración a un poder absoluto. Largo había alcanzado cierta unidad entre los partidos, bajo la presión del avance rebelde, pero ausente otro motivo de tolerancia mutua, los antagonismos empujaban irresistiblemente a una confrontación por la supremacía. Ni siquiera el miedo al enemigo común logró impedir el estallido, que se reproduciría en 1939 para poner fin a la contienda."

Pío Moa, Los mitos de la Guerra Civil, Madrid, La Esfera de los Libros, 2003. Capítulo 24 "Guerra civil en la Guerra Civil: mayo del 37 en Barcelona" (pp. 391-409). 

Bibliografía de ese capítulo (abreviadamente): Azaña, Memorias II; J. Díaz, Tres años... II; VVAA Spain betrayed; Orwell, Homenaje a Cataluña; Solano, El POUM en la historia. Andreu Nin y la revolución española






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