Julio Caro Baroja: sobre Antropología, Gobineau y racismo
“En una introducción a la Antropología filosófica y cultural relativa al siglo XIX creo que hay que dedicarle un espacio, porque sentó las bases de una concepción de la Antropología y de la Historia con repercusiones inmensas en la Política del siglo XX y en el devenir histórico de grandes pueblos. Podemos considerarle como el fundador de lo que se ha llamado <<Racismo>> y concretamente el <<Racismo germánico>>.
En efecto, una valoración superior de los pueblos germánicos la
encontramos formulada a fines de la Edad Media y en relación con <<la
noble raza o sangre de los godos>> en la España de los <<estatutos
de limpieza>>; en Francia también se estima altamente el origen franco
[...] Pero sólo a mediados del siglo XIX se da la paradoja de que un francés
del Sur, con pretensiones nobiliarias, ciertamente, escriba el tratado más
sistemático que cabe imaginar, para defender la desigualdad de las razas
humanas y la superioridad absoluta de la <<aria>>, representada
primordialmente por los germanos. Fue este personaje peregrino Joseph-Arthur,
conde de Gobineau, nacido en Ville d’Avray en 1816. [...] El Essai sur l’inegalité de races humaines,
aparece en cuatro densos volúmenes en París de 1853 a 1855 [...]
En sustancia, la doctrina de Gobineau se reduce a esto. Existen en el
mundo tres grandes razas. La que ocupa el nivel inferior es la negra,
<<la variété mélanienne>> [...] Una posición superior será la de la
raza amarilla, en que Gobineau incluye a muchos pueblos. Y todavía, por encima,
queda la raza blanca, que en realidad es la única variedad humana superior.
El origen de esta desigualdad es de arranque. Las diferencias físicas,
morales e intelectuales, permanentes. [...] Como consecuencia de la diferencia
radical en fuerza, belleza e intelecto, Gobineau combate la tesis de la
perfectibilidad infinita de la Humanidad como conjunto. Considera que hay
constante choque y repulsión de razas, con su civilización representativa,
aunque reconoce también que hay razas y civilizaciones mestizas que, en algún
caso, no dan malos resultados, sino todo lo contrario (en Arte, por ejemplo).
Las lenguas están también en relación de desigualdad, superioridad o
inferioridad con las razas.
Como tesis que hay que admitir, consecuencia de la aceptación de las
anteriores, contaremos la de la condición mortal de las sociedades y
civilizaciones. Esta muerte no se produce, contra lo que puedan haber defendido
algunos moralistas, por el fanatismo, ni por el lujo, ni por las malas
costumbres, ni por la irreligiosidad. Tampoco la duración mayor de una sociedad
con su cultura se debe a la bondad de los gobiernos; como las desigualdades
étnicas no son producto de la calidad de las instituciones. Gobineau no cree en
el <<artificialismo>>. Tampoco en un ambientalismo común: el medio,
dice, no es causa de progreso o estancamiento. Las diferencias étnicas son
permanentes. [...] el Cristianismo no crea o transforma la <<aptitud
civilizadora>> [...] la civilización actual no es superior a otras
anteriores. Como pasa en otros muchos casos, a veces no se ve bien el nexo
entre una de las tesis y otra. Pero, en suma, Gobineau, después de proclamar la
superioridad permanente de la raza blanca, proclama también la de la familia
aria dentro de ella. >> [...]
El Essai no tiene la
coherencia interna que necesitan las obras científicas; es obra de un
diletante. Otra cosa son los resultados que ha tenido”.
Julio Caro Baroja, Los fundamentos del pensamiento
antropológico moderno, Madrid, CSIC, 1985 (pp 49-54).
Que somos diferentes es evidente. Que formamos una raza única también. Pero la contingencia les ha hecho dar frutos diferentes. Nada más.
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