Julio Caro Baroja: sobre el fraude histórico

   "Pero hoy, cuando las cuadras de Augias que se limpiaron hace mucho tiempo de ciertos detritus empiezan a llenarse de otros diferentes en calidad, conviene reflexionar sosegadamente respecto a la tendencia al fraude histórico.

     Hoy podemos y creo que debemos estudiarla como algo interesante en sí. No sólo desde el punto de vista crítico, sino también como algo que puede tener fuerza social, política y estética. Como es sabido, ya Luciano escribió un diálogo (entre Tychíades y Filocles) en que trata de la inclinación o predisposición a la mentira de muchos hombres.

    El primero de los que hablan justifica la mentira que se lleva a efecto en bien del prójimo, como las de Ulises al buscar salvar a sus compañeros, o las que sirven para engañar a los enemigos en general. También considera tolerables las ficciones poéticas e incluso las que forjaron pueblos y ciudades para hacer más venerable su patria, como las que podían correr en Atenas y Tebas, por muy inverosímiles que fueran; [...] 

   Una falsificación de textos puede darse mejor en un medio como el descrito satíricamente por Luciano, quien al final de su escrito dice que contra todo esto no hay más que la <<verdad y la recta razón>>. La recta razón para averiguar la verdad es la que, precisamente, usaron los que negaron autenticidad al Beroso de Annio o al Dextro de Román de la Higuera. Pero los que defendían su contenido vivían en un ambiente de fe: poético y patriótico, los dos elementos que hacen excusable la mentira según Luciano mismo. En casos van juntos fe religiosa, fe patriótica y valor poético.

     [...] De fines del siglo XV a ya avanzado el XVII, la divulgación de falsificaciones y comentarios puede decirse que es algo más popular que la de las críticas, y la fe religiosa apoya a los falsificadores, incluso frente a Roma. [...] Las críticas en el mudo erudito se imponen, por fin, a lo largo del siglo XVIII. Mientras tanto, lo más divulgado constituyó para muchos españoles algo que podría definirse, con arreglo a expresión utilizada a fines del siglo XIX y comienzos de éste [se refiere al XX], como una <<idea fuerza>>. Unidad y catolicidad son sus elementos fundamentales. La idea fuerza no tiene que ser tampoco mentira. Es una hipótesis en acción. Generalmente se descubre su falsedad cuando la acción ha fracasado. ¡Pero mientras tanto!... 

     [...] Hoy es difícil actuar arrancando de falsificaciones de datos concretos. No es que haya dejado de haberlas, pero lo que sería más interesante y difícil de averiguar es hasta qué punto, y más o menos lentamente, no se va introduciendo algo esencialmente falso en el vocabulario y los razonamientos que se forman en torno a un hecho real y comprobado, incluso <<vivido>>. Éste, claro, es un tema dificilísimo y merece una atención especial. También estará sujeto a polémicas.

    Podría pensarse que ha habido momentos en el pasado (como parece haberlos en el presente) en que, cuando a un pueblo o a una sociedad les ha atacado la fiebre de escribir historia, este deseo vehemente de aclararlo y de juzgarlo todo, condicionado por la fuerza de los hechos, puede producir falsificaciones, tanto en los datos como en la interpretación de éstos. Creo que si hoy pudiera haber un Luciano, cosa difícil de imaginar, tendría que satirizar no tanto a los historiadores que adulan o inventan fábulas fantásticas como a los que siguen modas universitarias y aceptan ciertos tranquillos (<<socio-económicos>> y de otras clases) que empobrecen la visión del pasado, por reducirlo todo a una especie de receta o fórmula. La experiencia vital, más que la profesión, me hace pensar esto al ver cómo lo que se escribe y dice en cátedras y aulas sobre la guerra civil que tuvo lugar en España de 1936 a 1939, es tan poco parecido a mi recuerdo personal; cómo se explica, se razona, se describe con una seguridad envidiable; cómo se juzga también, sin falsificar datos en lo que tienen de más formal, pero proyectando sobre ellos luces y sombras... admitiendo y realzando a discreción". 

    [...] Existen en la actualidad otra clase de impostores y tartufos más peligrosos; porque no falsifican datos o hechos, sino que interpretan los auténticos a su modo y para sus fines". 

Julio Caro Baroja, Las falsificaciones de la Historia (en relación con la de España), Barcelona, Seix Barral, 1992.

Estas citas son de las páginas finales del texto (194 a 200). 



Comentarios

  1. Parece que usted acarrea sutilmente este texto para sugerir su plena actualidad. ¿ O usted lo ha reescrito todo en un alarde de mendacidad?

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    1. Yo quitaría "sutilmente" y así la afirmación sería más certera. Y no, no hace falta reescribir nada; las cosas de ahora no han llegado de golpe y hacia el comienzo de los noventa (el libro está publicado en 1992), un tipo inteligente y conocedor de la historia, como era J. C. B., era capaz de ver lo que ya estaba sucediendo. Ahora lo puede ver un ciego (aunque, como sabemos, no hay peor ciego...)

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    1. El mendaz no ha escuchado nunca una verdad. Se miente a sí mismo y cualquier cosa que le digan la tomará como falsa (porque piensa el ladrón...)

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  4. "Desde luego, eran evidentes las ventajas inmediatas de falsificar el pasado, pero la última razón era misteriosa. Volvió a coger la pluma y escribió: -Comprendo cómo: no comprendo por qué-. Se preguntó, como ya lo había hecho muchas veces, si no estaría él loco. Quizás un loco era sólo una -minoría de uno-".

    George Orwell, 1984, Barcelona, Destino, 2009, pág. 102.
    La constante falsificación de la historia es uno de los asuntos de 1984, de Orwell.

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