Julio Caro Baroja: sobre la superstición

   "Usan ya la voz superstitio los clásicos latinos interesados por el estudio de las cuestiones religiosas, en relación con las tradiciones grecorromanas; sobre todo romanas. [...] La palabra latina, la que ha tenido fortuna entre nosotros, es la más enigmática desde todos los puntos de vista. [...] Cicerón da una etimología del término superstitio, que empleó para distinguir al hombre religioso del hombre que lleva la piedad a un plano de interés personal y familiar impropio, creando así prácticas propias de viejas: tales son sus palabras. Es decir, nos encontramos aquí las dos nociones, de interés egoísta individual o familiar, por un lado, y de nimiedad o credulidad, debida a una debilidad senil, por otro, como base para delimitar los campos respectivos de la religión y la superstición.

   El texto ciceroniano aludido fue muy utilizado por los cristianos. [...]

   Servio, el comentarista de Virgilio, nos dará dos etimologías posibles de la palabra. Una, inspirada en Cicerón, en que vuelven a salir las pobres viejas [...]. La otra etimología que da es la de Lucrecio: <aut secundum Lucretium, superstitio est superstantium rerum, id est caelestium et divinarum, quae super nos stant, inanis et superfluus timor>. Lo que está encima, el cielo, influye sobre lo que está debajo, la tierra.

   [...] Un gramático, Festo, dirá que el hombre religioso da culto a los dioses de su país, a los legalmente establecidos, mientras que el supersticioso lo da a dioses extranjeros. [...] De hecho, todas las sociedades que han dado un sentido nacional o nacionalista a su religión han experimentado tendencia parecida.

   [...] La palabra deisidaimonía, como temor al daimon, aparece en autores como Jenofonte. [...] Teofrasto, al caracterizar al supersticioso, lo da como un tipo particular de medroso o miedoso: un medroso espiritual, claro es, frente a la divinidad.. Más los ejemplos que pone de cosas que le hacen tener miedo podrían ponerse hoy, en gran parte, para ilustrar un retrato del supersticioso. [...] En los actos más vulgares, en las experiencias más comunes, ve signos, halla motivos de preocupación y temor frente a lo numinoso o sobrenatural. 

   [...] Aristóteles, al analizar la tiranía como forma política, indica que, para su propio éxito y provecho, el representante de ella debe de ser considerado como muy celoso en cuestiones religiosas, porque el pueblo soporta mejor un trato ilegal si piensa que el jefe es religioso, o tiene escrúpulos religiosos y repara que los dioses son sus aliados. He aquí que, algo después, uno de los historiadores más profundos que han existido, es decir, Polibio, viene a sostener la tesis de que el Estado romano, para robustecerse, supo aprovechar con singular habilidad algo que es objeto de crítica cuando se trata de otros pueblos: la superstición, ni más ni menos. [...] Así, concluye, mediante el terror a lo invisible, el miedo al infierno, etc., los antiguos procuraron dominar al pueblo, mientras que los modernos, más locos, procuran desterrar aquellas creencias". 

   "Hay que continuar el breve análisis histórico que me he impuesto y dar una idea clara del giro que dan al concepto de superstitio los Padres de la Iglesia Latina. En conjunto puede decirse que para ellos, superstición y religión pagana o idólatra son cosas equivalentes: Religio veri cultus est, superstitio falsi. San Agustín profesa también esta idea. Pero hay que reconocer que, dentro de la esfera de la superstición, incluye también la magia, en formas diferentes, la adivinación, la astrología y hasta ciertas prácticas médicas. [...] Llega un momento en que Santo Tomás explica sutilmente que hay dos vicios opuestos a la religión cristiana. Uno ocasionado por defecto, será la incredulidad. Otro, ocasionado por exceso, será la superstición precisamente. 

   La superstición es como una religión desmesurada, hipertrofiada o monstruosa, atenta a nimiedades, y que dicta reglas ajenas a lo que manda la Iglesia y al culto verdadero. Cae así en lo diabólico".

   "La superstición, nos dirá un viejo texto de la Academia Francesa, es propia de los espíritus débiles (las mujeres, etc.). La superstición es un exceso: el asombro produce miedo; el miedo, superstición. Esto afirma Buffon. La ignorancia es su causa y de ella arranca la adoración o culto miedoso. La superstición degrada (Michelet), aunque está en el corazón de todo ser humano (B. Constant). Produce la esclavitud. Es una de las fuerzas de la autoridad y, con el despotismo y después de la peste, el mayor azote (Voltaire). Es en sí el mayor azote (Rousseau), etc. Todo esto es un eco de las tesis antiguas". 

   "La superstición tiene una cara, enigmática siempre, que la enfrenta con la religión según los hombres religiosos antiguos y modernos, cristianos o paganos, católicos y protestantes. Pero también tiene otra que la enfrenta con la ciencia [...]  o de modo más concreto a las ciencias físico-matemáticas y experimentales en general, no cabe duda de que ciertas ideas, consideradas hoy como supersticiosas, han tenido momentos en que de una manera u otra, estuvieron asociadas con técnicas científicas. ¡Qué cantidad de sugerencias nos brinda, por ejemplo, la simple ojeada de un diccionario griego en torno a la palabra fármakon! ¡Qué de creencias religiosas o supersticiosas, qué de conocimientos positivos acerca de las propiedades de los cuerpos, qué de experiencias positivas y de taumaturgias en torno a la voz, sus compuestos y derivados! Este es un ejemplo entre otros muchos. Ha costado Dios y ayuda separar la magia de la materia médica". 

   "Hoy parece que la fe se ajusta más a un círculo de saberes particulares, mejor o peor encajados en las cabezas de mujeres y hombres corrientes. ¿Desaparece por eso la superstición o un tipo de superstición? Se combaten el culto a los santos, las romerías, la fe en ciertas intervenciones de lo divino en la solución de pequeñas pasiones individuales; incluso la práctica tradicional de ciertos actos exteriores no se considera esencial como antes. Pero se desarrolla, otra vez, la llamada <<ciencia astrológica>> y los periódicos hablan de parapsicología con frecuencia sorprendente y sin rigor alguno. [...]

  La Ciencia que se creyó que iba a sustituir a la religión en conjunto (a todas las religiones individualizadas), tiene pocas perspectivas para llevar a cabo esta labor destructora, aunque todavía hay muchos que creen en la tesis formulada hace ya bastante. Lo curioso es que tampoco parece poder concluir del todo, de una manera global, con las supersticiones. Destruye muchas, vuelven a surgir otras y aun las viejas se retiran y luego vuelven a avanzar. [...]

   Para comprender la fuerza de la superstición en un mundo laificado en apariencia y supercivilizado en ciertos sectores, hay que tener en cuenta, además de los viejos criterios culturales y psicológicos, los de tipo social: sobre todo cuando se dan estados emocionales colectivos. Una temible declaración de guerra, grandes derrotas o grandes victorias, hambres, pestes, etc., pueden producir estados de supersticioso terror. Se puede saber que esto ocurre. Evitarlo, no". 


Julio Caro Baroja, De la superstición al ateísmo (Meditaciones antropológicas), Madrid, Taurus, 1974.

Los fragmentos copiados son del artículo "Superstición y ciencia", que está en las páginas 151 a 174. 

Sandro Botticeli, San Agustín en el estudio, circa 1480 




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