Ramón Salas Larrazábal: sobre los pronunciamientos

   "El proceso se inicia durante la guerra de Independencia, en la que un levantamiento popular arrastró a un Ejercito paralizado hasta entonces por la disciplina [...] La guerra introdujo sustanciales reformas en las estructuras militares y dio lugar a que en sus cuadros se rompiera la vieja unidad de procedencia y la exigida pertenencia la nobleza. 1814 encontraría a España dotada de un Ejército dividido por una profunda disensión que abarcaba a una serie de problemas profesionales, sociales, económicos e incipientemente políticos.

   El viejo Ejército estaba profundamente vinculado a una tradición de privilegios e independencia que se veía en peligro por la nueva corriente liberal que ya había producido roces y encontronazos entre los altos mandos militares y los patriotas que gobernaron el país en ausencia del Rey por el sistema de las Juntas y que, en las Cortes de Cádiz, habían dado a España su primera Constitución. Fueron ellos los que facilitaron a Fernando VII su camino hacia el absolutismo a su regreso a España.

   Pero el absolutismo encontró pronto la oposición de núcleos cada vez más importantes de la oficialidad de nuestro ejército en la que arraigaron hondos sentimientos liberales. [...]

   Cuando los militares del antiguo régimen extendieron su política discriminatoria contra los liberales a los antiguos guerrilleros y a los que se habían hecho oficiales durante la guerra, unió a unos y otros en un frente común que se propuso como objetivo inmediato el restablecimiento de la Constitución derogada. Se inicia así la era de los pronunciamientos que caracterizaría a todo el siglo XIX español hasta el punto de haber internacionalizado la expresión.

   El término se usó por primera vez con ocasión de la rebelión de Riego en 1820, la primera victoriosa [...] A partir de entonces el sistema adquirió carta de naturaleza y los pronunciamientos se sucederían con gran frecuencia hasta la restauración canovista. Liberales, conservadores, moderados y progresistas se sustituirían en el Gobierno turnando en el poder a través del mecanismo de la subversión militar. [...]

   En general todos los pronunciamientos, como todos los generales que los encarnaron, tenían sello liberal y nacían del deseo de los militares de consolidar el sistema en oposición a los absolutistas partidarios del orden antiguo y que en España contaban con un enorme arraigo popular, lo que hizo posible que los carlistas, depositarios de esas ideas, pudieran levantarse una y otra vez y mantener una casi permanente guerra civil. Como dice Payne, <<las élites liberales tenían una fuerza que les permitía vencer, aunque con gran dificultad, a los tradicionalistas, pero no podían dirigir ni transformar eficazmente todo el sistema y esa incapacidad era suplida por la fuerza militar con su intervención en los asuntos públicos>>". 

Ramón Salas Larrazábal, Prólogo a Ejército y sociedad en la España liberal 1808-1936, de Stanley G. Payne. 



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