R. Graves: el mito pelasgo de la creación

 "El mito pelasgo de la creación

   En el principio, Eurínome, diosa de Todas las Cosas, se alzó desnuda del Caos, pero no encontró nada sólido en que apoyar los pies y por consiguiente separó los mares del firmamento, bailando solitaria sobre sus olas. Bailó en dirección al sur, y el viento que se levantó tras ella parecía algo nuevo y aparte con que poder empezar un trabajo de creación. Se dio la vuelta y agarró este viento del norte, lo frotó entre sus manos y he aquí que apareció la serpiente Ofión. Eurínome bailó para calentarse, más y más desenfrenadamente, hasta que Ofión, sintiéndose lujurioso, se enroscó alrededor de aquellos miembros divinos y sintió deseos de copular con ella. Así fue como Eurínome quedó encinta.

   Luego adoptó la forma de una paloma que incubaba sobre las olas y a su debido tiempo puso el huevo universal. A petición suya, Ofión se enroscó siete veces alrededor de este huevo, hasta que se empolló y se partió en dos. De él fueron cayendo todas las cosas que existen, sus hijos: el sol, la luna, los planetas, las estrellas, la tierra con sus montañas y sus ríos, sus árboles, sus hierbas y criaturas vivientes.

   A continuación la diosa creó los siete poderes planetarios, colocando sobre cada uno a un Titán o a una Titánide. Pero el primer hombre fue Pelasgo, el predecesor de los pelasgos; brotó de la tierra de Arcadia, seguido de varios más, a los que enseñó a construir cabañas y a alimentarse de bellotas, y a coserse túnicas de piel de cerdo, como las que en un tiempo llevaban las gentes humildes en Eubea y en Fócide". 

Robert Graves, Los mitos griegos, Barcelona, Ariel, 1984. 




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