José María Valverde, Diccionario de Historia
“TIEMPO. A lo largo de la Historia, ha cambiado algo el sentido del tiempo y la manera de medirlo. En nuestros días consideramos como reloj de máxima exactitud el atómico de cesio que, sin embargo, hay que atrasar en un segundo cada cierto número de años porque la Tierra gira cada vez más lentamente sobre sí misma y en torno al Sol. Se ha convenido en un <<tiempo universal>> refiriendo los husos horarios a un determinado meridiano. La diferencia entre el ciclo solar y el ciclo lunar ofreció un conflicto a los más antiguos cómputos, al no ser el mes expresión exacta de éste, ni ser aquél múltiplo exacto de éste. Al establecerse doce meses, tampoco bastaba alternar los de treinta con los de treinta y uno, menos el de veintiocho o veintinueve, según los bisiestos: por otra parte, el mes de Augusto no debía tener menos días que el de Julio (César). Las reformas pontificias, gregoriana y juliana, corrigieron sólo aproximadamente los errores –todavía la Revolución soviética tuvo que reajustar el calendario, haciendo que la Revolución de octubre se tradujera a fechas de noviembre-. Por su parte, la semana parece ser una institución semítica, que en vano intentó sustituir la Revolución francesa con sus <<décadas>>, dentro de un calendario cuyos nombres de meses respondían sólo a un clima como el francés. En cuanto a la división del día, el reloj de sol es inmemorial: sin embargo, la división eclesial de las <<horas>> introdujo una diferencia entre verano e invierno, al distribuirse el cambiante tiempo de luz entre el mismo número de <<horas>>. De ahí que haya que entender literalmente lo de las <<largas horas de las noches de invierno>>. Las fechas se numeran dentro de una determinada era: la más común es la cristiana, establecida en el siglo VI por el monje Dionisio el Exiguo, para no seguir usando la era de Diocleciano, y que supuso que Jesucristo habría nacido el 25 de diciembre del año 753 después de la fundación de Roma. Pero se tardó en generalizar su uso: en el año 1000 muy pocos sabían en qué fecha estaban, y por tanto no pudo haber los famosos <<terrores del Milenio>>. Sólo en el siglo XVIII se extendió el datar también <<antes de Cristo>>. La era judía la calculó el rabino Hillel, en el siglo IX, como desde la creación del mundo en el año -3761 de nuestra era. La musulmana comienza en nuestro año 622, con la hégira –huida a Medina- de Mahoma. Algún régimen político –la Revolución francesa, el fascismo italiano- intentó introducir su propia cuenta de años, al lado de la más común. Actualmente, la idea del tiempo cósmico se ha concretado con la teoría del big bang, según la cual el universo comenzó con una explosión hace unos quince mil millones de años: según eso, antes no había tiempo”.
José María
Valverde, Diccionario de Historia,
Barcelona, Planeta, 1995, pp. 279-280.
No me ha parecido un buen diccionario porque la redacción de muchas entradas ofrece poco o es ambigua. Así y todo puede ser útil.
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