René Rémond: el liberalismo, filosofía global

   "El liberalismo es, ante todo, una filosofía global [...] un sistema completo que engloba todos los aspectos de la vida en sociedad. y que cree tener respuesta para todos los problemas que plantea la existencia colectiva. 

   El liberalismo es también una filosofía política enteramente regida por la idea de libertad, segun la cual la sociedad política debe estar basada en la libertad y encontrar su justificación en la consagración de ésta. [...]

   Es igualmente una filosofía social individualista en la medida en que el individuo está por encima de la razón de Estado, de los intereses del grupo y de las exigencias de la colectividad; el liberalismo ignora por completo a los grupos sociales, no hay más que acordarse de la hostilidad de la Revolución por cuerpos y órdenes, de la desconfianza que le inspiraba el fenómeno de la asociación, de su repugnancia por reconocer la libertad de asociación por miedo a que el individuo fuera absorbido, esclavizado por los grupos.

    Es también una filosofía de la historia, según la cual la historia la hacen los individuos y no las fuerzas colectivas. 

   Es, finalmente, una cierta filosofía del conocimiento y de la verdad. En reacción contra el método autoritario, el liberalismo cree en el descubrimiento progresivo de la verdad por la razón individual. Profundamente racionalista, se opone al yugo de la autoridad, al respeto ciego del pasado, al imperio del prejuicio, así como a los impulsos del instinto. [...] Es fácil entrever las consecuencias de esta filosofía del conocimiento: rechazo de los dogmas impuestos por las Iglesias, afirmacion del relativismo de la verdad, tolerancia. [...]

   El liberalismo desconfía profundamente del Estado y del poder y todo liberal afirma que el poder en sí es malo, su uso pernicioso y que, aunque haya que acomodarse a él, hay que intentar también reducirlo al máximo. Por tanto, rechaza por completo cualquier tipo de poder absoluto y, a principios del siglo XIX, combate contra la monarquía absoluta ya que esta constituye la forma generalizada del poder. Durante el siglo XX el combate liberal pasará sin dificultad de la lucha contra el Antiguo Régimen al combate contra los regímenes totalitarios, contra las dictaduras, pero también contra la autoridad popular. El liberal se niega a escoger entre Luis XIV y Napoleón.

   Para evitar el retorno al absolutismo, a una autoridad sin límite, el liberalismo propone una gama de fórmulas institucionales. El poder debe ser limitado y la mejor manera de conseguirlo es fraccionarlo, es decir, aplicar el principio de la separación de poderes, que parece desde esta perspectiva una regla fundamental. [...] La separación de poderes no sólo es una fórmula técnica y pragmática; al liberalismo le parece un principio primordial ya que da garantías al individuo frente al absolutismo.

   Otra manera de restringir aún más el poder es la de limitar su campo de acción y eso explica la doctrina de no intervención en materia económica y social. [...]

   Última precaución, quizá la más importante: la organización del poder debe estar definida por reglas de derecho consignadas en textos escritos cuyo respeto será controlado por jurisdicciones y las infracciones serán llevadas ante tibunal y sancionadas". 


René Rémond, El siglo XIX, 1815-1914, Barcelona, Vicens Vives, 1983, 231 pp. 

Estos fragmentos son de las páginas 19 a 22. 

 https://youtu.be/-qyOPc6G69Q  Charles Mingus: Fable of Faubus

                                 

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