Pío Moa, 1936 El asalto final a la República

    "Llegó así la jornada del 16 de febrero [1936], con todas las fuerzas policiales en la calle para impedir disturbios. Con tal vigilancia, la jornada transcurrió casi sin sangre: sólo un muerto, falangista acuchillado en Asturias.

   Al anochecer, la radio publicó los primeros resultados, que por el momento daban ventaja a las candidaturas izquierdistas. Sin esperar a más, muchedumbres enardecidas tomaron las calles de Madrid y otras ciudades, exigiendo la inmediata liberación de los presos y la reposición de las corporaciones municipales destituidas por colaborar en la revuelta del 4. Empezaron los hostigamientos y ataques a sedes políticas de la derecha y asaltos a colegios electorales. Muchas autoridades se inhibían, por temor. Gil-Robles describe la situación en términos que corroborarían en líneas generales Portela y el propio Azaña: <<Los gobernadores civiles manifestaban su parcialidad en muchas provincias  {...} y toleraban los desmanes y coaccciones de las turbas, cuando no coaboraban descaradamente con ellas>>. La jornada concluía con alteraciones nada propias de unas elecciones normales.

   Hacia las cuatro de la madrugada, el consternado Gil-Robles fue a visitar a Portela para pedirle que contuviese la agitación izquierdista por medio del estado de guerra. Portela afirma en sus memorias que el líder católico le había incitado a erigirse en dictador, cosa no muy probable [...] 

   Probablemente Portela estaba ya entonces pensando en retirarse, prácticamente en huir de su cargo. Según la versión de su mentor, don Niceto: <<Prodújose en Portela su derrumbamiento al conocer los datos {electorales, pues su partido de centro prácticamente se hundía}. Por si era poco, a su temperamento impresionable se le contagió el pánico que se adueñó de Cambó en Barcelona y de Gil-Robles en Madrid [...]>>

   Portela evitó establecer el estado de guerra, pero impuso el de alarma, que suspendía buena parte de los derechos constitucionales e imponía la censura en la prensa, y que, por lo demás, había sido la situación más frecuente a lo largo de toda la República.

   Azaña señalará en carta a su cuñado Rivas Cherif: <<Los gobernadores de Portela habían huido casi todos. Nadie mandaba en ninguna parte y empezaron los motines>>. También menciona urnas robadas <<por los comunistas>>. Alcalá-Zamora observa: <<Crisis: algunos Gobernadores Civiles dimitieron. A instigación de dirigentes irresponsables, la muchedumbre se apoderó de los documentos electorales: en muchas localidades los resultados pudieron ser falsificados>>.

   ¿Cuáles fueron los resultados electorales? En realidad apenas puede decirse que se conozcan. Nunca fueron publicados oficialmente, y este llamativo hecho ha obligado a los historiadores y políticos a hacer sus propios cálculos, muy discordantes entre sí.

   Nada lejanamente parecido había pasado tras el éxito electoral derechista de 1933". 

   "Alcalá-Zamora daría meses más tarde, en el diario suizo Jornal de Genève, su conocida explicación:

   A pesar de los refuerzos sindicalistas, el Frente Popular obtenía solamente un poco más, muy poco, de 200 actas en un Parlamento de 473 diputados. Resultó la minoría más importante, pero la mayoría absoluta se le escapaba. Sin embargo, logró conquistarla consumiendo dos etapas a toda velocidad, violando todos los escrúpulos de legalidad y de conciencia.

   Primera etapa: desde el 17 de febrero, incluso desde la noche del 16, el Frente Popular, sin esperar el fin del recuento del escrutinio y la proclamación de los resultados, que debería haber tenido lugar ante las Juntas Provinciales del Censo en el jueves 20, desencadenó en la calle la ofensiva del desorden, reclamó el Poder por medio de la violencia". 

Pío Moa, 1936: El asalto final a la República, Barcelona, Áltera, 2005.

Citas: pp. 55-57 y 58-59.




Comentarios

  1. Impresiona que nunca se llegaran a publicar los resultados de esas elecciones tan fundamentales en la historia española.

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