P. A. Brunt, sobre la República Romana

 "El auténtico órgano de gobierno de la República Romana era el senado, que se nutría de magistrados elegidos anualmente por la gente, pero extraídos de sus propias filas. El senado en sí mismo estaba dominado por unas cuantas familias nobles cuyo poder residía en su riqueza y en el número de los que de ellas dependían, y sobre el prestigio que se derivaba de sus pasados servicios al Estado. Los candidatos muy raramente establecían programas y no había partidos políticos organizados. Los hombres eran investidos de un cargo normalmente por méritos personales (el talento podía elevar a forasteros como Cicerón al más alto lugar), más a menudo por razón de su generosidad y sustanciosos sobornos, en general por su familia y conexiones sociales. [...]

   En teoría, la plebe en Roma tenía gran poder. Elegía a los magistrados, declaraba la guerra y ratificaba tratados, promulgaba las leyes y hasta la creación de los tribunales permanentes en el final del siglo II decidía sobre los más importantes casos criminales; al final de la República algunos cargos políticos provenían de la plebe. Desde el final del siglo II votaban por papeleta, lo que naturalmente disminuía el control de los aristócratas.

   Había más de una asamblea popular. De ellas, los comitia centuriata estaban organizados de forma timocrática. Las decisiones se tomaban por mayoría, no de cabezas, sino de unidades llamadas centurias; los hombres de bien si estaban de acuerdo, podían decidir los asuntos; los ciudadanos que no eran propietarios de nada y los llamados sobrantes, todos juntos, constituían una sola centuria en la época de Augusto, que podía incluso no ser llamada nunca. Los pobres rurales, por tanto, tenían poca influencia en este cuerpo cuya importancia era grande, pues elegía los principales magistrados, y eran los hombres que tenían los más altos oficios los que dominaban el senado.

   La asamblea era asimismo competente para legislar, pero las leyes normalmente eran promulgadas por un cuerpo menos rimbombante en el que las unidades de voto eran 34 tribus Las tribus eran divisiones locales de la gente; 31 eran rurales y cuatro urbanas, aunque todos los libres, excepto los que eran terratenientes notorios, estaban censados en las tribus urbanas, estuvieran domiciliados donde estuvieran. En las tribus, los ricos y los pobres tenían igual número de votos. [...] Las asambleas no podían hacer nada sino con la colaboración de un magistrado. Podían sólo reunirse en su totalidad y decir sí o no sobre sus propósitos. Un ciudadano no podía hablar excepto por invitación expresa". 

P. A. Brunt, "La plebe romana", en M. I. Finley, Estudios sobre historia antigua, Madrid, Akal, 1981, pp. 87-117.

Citas de las páginas 89-91. 


 

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