Jean-Claude Schmitt, Historia de la superstición
"En el momento en que el cristianismo se implantó en el imperio, el año romano empezaba en las calendas de enero, el primer día de ese mes. El rostro desdoblado de Jano, dios epónimo, significaba el paso de un año a otro. Los autores cristianos negaron que ese día tuviera que marcar necesariamente el principio del año; basándose en el relato del Génesis según el cual Dios <<separó la luz de las tinieblas>>, Martín de Braga señalaba que, puesto que la división indicaba la igualdad, el equinoccio de primavera (21 de febrero) debía elegirse como fecha del inicio del año.
En la Edad Media, Pascua fue la fecha elegida con más frecuencia para señalar el principio del año. La Pascua es una fiesta móvil, ya que se celebra el domingo siguiente a la primera luna llena después del equinoccio de primavera. Por consiguiente, esta movilidad impedía que la fiesta de la Resurrección se vinculara de forma estable a una fiesta pagana anterior. Sin embargo, esta costumbre nunca fue universal, y en Francia quedó definitivamente descartada cuando, en 1564, Carlos IX decidió instaurar de nuevo en todo el reino el 1 de enero como inicio del año. Las ventajas de la fecha fija y las exigencias del naciente centralismo monárquico se conjugaban con la tendencia recuperada de la Antigüedad para imponer el 1 de enero en una época en que la condena de las <<supervivencias>> del paganismo no tenía, en efecto, tanta razón de ser.
Durante toda la Alta Edad Media, por el contrario, los clérigos habían denunciado con ardor los festejos del 1 de enero. Atacaban tres tipos de costumbres. En primer lugar, las estrenas, de las que los regalos de Navidad constituyen una lejana prolongación. Michel Meslin ha demostrado que las strenae, relacionadas con la organización social y el clientelismo romanos -el patronus distribuía ese día sus beneficios para asegurarse a cambio la fidelidad de sus clientes durante todo el año-, eran contrarias al ideal cristiano de la caridad. [...]
Las condenas más virulentas de las calendas de enero recaían en segundo lugar sobre las mascaradas. ¡Ningún epíteto parecía demasiado fuerte para denunciar la locura, la demencia, la indignidad de estas prácticas! [...] Las máscaras -signos de transgresión pero también instrumento de evocación de los poderes invisibles en el momento del cambio de año- tenían un profundo valor religioso que la Iglesia, por lo demás, reconocía a su pesar atribuyéndolo a la influencia de Satán. Y lo mismo sucedía en lo referente a las felicitaciones de Año Nuevo, que eran una de las numerosas formas de adivinación condenadas por los clérigos: la Iglesia reconoció en ellas la voluntad sacrílega y demoniaca de arrebatar a Dios el control del tiempo".
Jean-Claude Schmitt, Historia de la superstición, Barcelona, Crítica, 1992.
El fragmento citado procede de las páginas 77 a 80.
https://www.youtube.com/watch?v=31rfUCGUCgc Pochil - Porque (Umar Keyn Remix)
Comentarios
Publicar un comentario